domingo, 2 de noviembre de 2014

El cómic, poderosa herramienta en ética y comunicación: Seminario en Zaragoza

El próximo día 12 de noviembre, el Colegio Oficial de Médicos de Zaragoza y la Cátedra de Profesionalismo y Ética Clínica de la Universidad de Zaragoza organizan un Seminario sobre el potencial del cómic como medio educativo y de comunicación en el ámbito sanitario.

Su nombre es: "El Cómic, nueva y poderosa herramienta en ética y comunicación". Hemos omitido, precisamente, el adjetivo "nuevo" en el título de esta entrada porque, estando absolutamente de acuerdo en la afirmación de que se trata de una herramienta poderosísima para la transmisión de conocimientos y para afianzar actitudes (de hecho, como nuestros lectores saben, esa convicción constituye la misma base de este blog), no nos identificamos de todo con la idea de que sea un recurso nuevo. El cómic (y el humor gráfico, con el que tantos elementos tiene en común), ha tenido siempre ese enorme potencial: quizás lo que sea nuevo es la progresiva conciencia que las instituciones están tomando de su tremenda importancia como elemento de educación en general y de educación para la salud en particular.

En el acto intervendrán Mónica Lalanda, médico de urgencias e ilustradora, Ian Williams, médico de familia y autor de cómics, y Blanca Mayor, experta en terminología y comunicación en salud.

El acto comenzará a las 18:00 h del 12 de noviembre, en el Salón Ramón y Cajal del mencionado Colegio de Médicos de Zaragoza, ubicado en Paseo Ruiseñores nº 2.

Enhorabuena por la iniciativa. Ojalá pudiéramos estar allí. 



  

viernes, 31 de octubre de 2014

La necesaria implicación del grupo ante las alergias alimentarias

Cuando un miembro de un grupo social (de la familia, de la clase, de la pandilla de amigos, …) padece una alergia alimentaria o una intolerancia alimentaria, la implicación de todo el colectivo es fundamental para disminuir riesgos y facilitarle las cosas a esa persona. No se trata tanto de una cuestión de solidaridad como de seguridad. ¿Os imagináis lo difícil que podría ser evitar la contaminación cruzada si en la compra, en la cocina, al servir la mesa, al comer… somos negligentes? ¿Os imagináis el acopio de paciencia que los niños y adolescentes deben hacer si su día a día está lleno de frases como “por un poco no te va a pasar nada”, o “seguro que no es para tanto”,… por parte de sus compañeros? ¿Y lo claras que deben tener sus ideas para recibir esos mensajes sin que su certeza se tambalee lo más mínimo?

Y, por supuesto, la implicación activa de los adultos, especialmente (pero no exclusivamente) de quienes ejercen de cuidadores, es fundamental, tanto dentro como fuera de casa.

Daddy’s Home” (“Papá está en casa“) es una serie de tiras cómicas creada por los humoristas norteamericanos Anthony Rubino y Gary Markstein que se centra en la participación de un padre de familia contemporánea en las tareas domésticas. En una de las entregas de 2008, los autores plasmaron el riesgo de que uno de los adultos de la casa se mantenga desinformado (en este caso, aparentemente por desinterés) de la alergia alimentaria del hijo, puesto en evidencia de forma contundente por la respuesta irónica del propio hijo. Es un perfecto ejemplo de lo que acabamos de comentar:



Nota: El contenido de esta entrada ha sido divulgado previamente desde el portal Alergia y Asma, y ha sido adaptado a este blog por su propio autor.

lunes, 1 de septiembre de 2014

El consentimiento informado (a propósito de Quino)

Este año, Joaquín Salvador Lavado, “Quino (Mendoza, 1932), ha sido galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014. Con buen criterio, el jurado ha querido premiar la obra de este humorista e historietista argentino, cuyos lúcidos mensajes “siguen vigentes por haber combinado con sabiduría la simplicidad en el trazo del dibujo con la profundidad de su pensamiento”, y ha destacado el enorme valor educativo de aquélla.

Como resultó evidente por las reacciones constatadas en la prensa y en las redes sociales apenas conocido la concesión del premio, todavía hoy hablar de Quino implica hablar de Mafalda, su personaje más famoso, que precisamente en 2014 ha cumplido 50 años. Pero, aunque es indiscutible que Mafalda forma parte de la historia del cómic y de la cultura popular, la obra de Quino no está constreñida a los límites de esa tira (no en vano el autor dejó de dibujarla hace ya décadas, y ha seguido en activo), sino que, como humorista gráfico de mirada lúcida, nos ha brindado multitud de otras viñetas desde las que nos sigue invitando a reflexionar sobre las relaciones humanas, enfrentándonos con frecuencia a nuestras propias contradicciones.

Permitidme que rescate una de esas viñetas para hablar del consentimiento informado.

La regulación actual en España de la relación entre los médicos y sus pacientes tiene como principal referencia una Ley que en el entorno sanitario llamamos, coloquialmente (aunque su nombre verdadero es mucho más largo), Ley de Autonomía del Paciente, nombre que se justifica porque uno de sus principales postulados es que toda actuación en el ámbito de la sanidad requiere, con carácter general, el previo consentimiento de los pacientes o usuarios: el paciente es, por tanto, autónomo para decidir a qué actuaciones quiere someterse y a cuáles no, consagrándose así el derecho del enfermo o usuario de los servicios sanitarios a decidir libre y voluntariamente entre las distintas alternativas asistenciales, incluyendo también, como una opción más, la negativa al tratamiento.

Lógicamente, para poder otorgar su consentimiento, el paciente debe recibir previamente la información necesaria que le permita conocer las posibles ventajas e inconvenientes de cada una de las opciones. La Ley encomienda al profesional sanitario la obligación de proporcionar esa información, y al consentimiento que el paciente otorga, una vez que ha sido informado, lo llama, precisamente, consentimiento informado: el consentimiento informado se define como la conformidad libre, voluntaria y consciente de un paciente, manifestada en el pleno uso de sus facultades después de recibir la información adecuada, para que tenga lugar una actuación que afecta a su salud.

El consentimiento no siempre tiene que recogerse por escrito: por el contrario, se acepta que, con carácter general, será verbal. Sin embargo, hay ciertos supuestos en que sí debe plasmarse por escrito: la Ley exige este requisito para las intervenciones quirúrgicas, los procedimientos diagnósticos y terapéuticos invasores y, en general, para la aplicación de procedimientos que suponen riesgos o inconvenientes de notoria y previsible repercusión negativa sobre la salud del paciente.

Acostumbrados durante décadas a una relación médico-paciente marcada por el paternalismo (el sanitario elegía la opción más adecuada, siempre buscando el bien de su paciente, y el paciente se sometía a la actuación elegida, con frecuencia sin recibir, ni solicitar, prácticamente, información sobre la misma), en los primeros años de implantación de la normativa que exigía el consentimiento informado (la Ley de Autonomía del Paciente es del año 2002, pero el consentimiento informado ya existía en nuestra legislación desde 1986), el requerimiento, por parte del médico, de la firma del paciente, suscitaba en éste con frecuencia un acusado recelo, pues no raramente se pensaba que la intención del médico era descargarse de responsabilidad. Quino lo plasmó de un modo acertadísimo en este chiste, en el que el cliente de un peculiar restaurante tiene la sensación de que se le pide que asuma la responsabilidad de cualquier efecto nocivo que pudiera derivar de ingerir la comida que le sirvan:


Afortunadamente, hoy la medida suele ser mucho mejor entendida y aceptada por los pacientes, quienes ya la ven como lo que es: una exigencia legal que obliga al sanitario, pero que de ninguna manera le exime de actuar con todas las cautelas necesarias y de poner a disposición de su paciente los medios adecuados para prestar el servicio sanitario requerido, ni le libera de responsabilidad si actuara de forma negligente.


Nota: El contenido de esta entrada ha sido divulgado previamente desde el portal Alergia y Asma, y ha sido adaptado a este blog por su propio autor.

jueves, 7 de agosto de 2014

El “pico de asma de septiembre”: qué es y cómo evitarlo.

Desde hace ya varios años, los diarios del Grupo Vocento incorporan un suplemento sobre aspectos relacionados con la salud, llamado “Salud Revista.es”, en el que colabora Rafael Vega (“Sansón”), con una tira de humor gráfico dedicada a plasmar situaciones cómicas protagonizadas por médicos y pacientes.

Esta semana hemos tenido oportunidad de leer la que acompaña a estas líneas, que nos ha suscitado una reflexión que queremos compartir:


Aunque es altamente improbable que un médico sustituto retire a un paciente un tratamiento médico que realmente necesite, sí es cierto que en esta época estival coinciden una serie de circunstancias, ya sean dependientes del sistema sanitario o del propio paciente y su entorno, que pueden contribuir a que el seguimiento de un proceso crónico se haga más difícil, o incluso que un tratamiento se vea discontinuado.

¿Has oído alguna vez la expresión “pico de asma de septiembre”? ¿Sabes a qué se refiere?

El asma bronquial es una enfermedad crónica cuyo tratamiento es “escalonado”, variable de una persona a otra dependiendo de la gravedad de la afectación. A excepción de los casos más leves, el tratamiento farmacológico suele incluir al menos un medicamento antiinflamatorio, cuya acción (a diferencia de los medicamentos “de rescate”, los cuales abren los bronquios cuando están obstruidos) no es inmediata, pero se trata de medicamentos que actúan a largo plazo asegurando la estabilidad de las paredes bronquiales y, por tanto, deben mantenerse en el tiempo. Reciben, por ese motivo, el nombre de “tratamientos de mantenimiento”, y, cuando están indicados, para que actúen de forma realmente efectiva deben usarse de forma continuada, independientemente de que el enfermo tenga o no síntomas.

No es raro, lamentablemente, que el desorden (o digamos, simplemente, el cambio de hábitos) que conlleva el verano favorezca que se descuide o relaje el tratamiento. No es difícil que alguna dosis se olvide de vez en cuando, especialmente tratándose de un fármaco cuyo efecto no se deja sentir de forma inmediata. Pero ese descuido puede tener consecuencias graves.

Es posible que, mientras el enfermo descuidado disfruta del verano, en un entorno diferente al habitual, quizás alejado de los alérgenos que suelen darle problemas, se mantenga asintomático durante semanas. Pero las paredes de sus bronquios, inadvertidamente, van perdiendo la estabilidad conseguida, y, de forma inadvertida, se hacen más irritables, más reactivas ante cualquier estímulo que pueda inflamarlas. Así que cuando, en septiembre, esa persona retoma su rutina, regresa a su domicilio, frecuentemente en un entorno urbano con exposición nuevamente a los contaminantes de la atmósfera de la ciudad, retomando el contacto con sus alérgenos habituales, con el estrés que conlleva la reincorporación a la actividad laboral o académica, … su asma se descompensa. Con mayor o menor gravedad, dependiendo de múltiples factores, pero fácilmente se descompensa: ese es “el pico de asma de septiembre”.

Y recuperar la situación de estabilidad alcanzada antes del abandono (o simple descuido) del tratamiento llevará tiempo.

¿Cómo lo evitamos? Fácil: lo prevenimos. Como su propio nombre indica, el tratamiento de mantenimiento debe mantenerse. También en verano.

No hay que bajar la guardia nunca.


Nota: El contenido de esta entrada ha sido divulgado previamente desde el portal Alergia y Asma, y ha sido adaptado a este blog por su propio autor.

miércoles, 11 de junio de 2014

Popeye y la rotura del tendón del bíceps


Popeye es un personaje de cómic creado por el dibujante norteamericano Elzie Crisler Segar (1894-1938), conocido profesionalmente como E.C. Segar, que apareció por vez primera en 1929 como personaje secundario en su obra Thimble Theatre (una tira de prensa diaria que se distribuía en diversos periódicos). Con el tiempo, Popeye el marino ganó preponderancia en las historias allí narradas, y su nombre se convirtió también en el título de la obra que protagonizaba.

Primera aparición de Popeye, en enero de 1929 (por E.C.Segar)


Popularizado a través de la propia historieta (continuada por otros autores, como Bud Sagendorf, tras el fallecimiento de su creador), de series de dibujos animados para televisión, seriales de radio, películas, juegos electrónicos, anuncios y otros productos, Popeye se ha convertido en uno de los personajes de cómic más conocidos a nivel internacional.


Una de sus características más destacadas es la de desarrollar superfuerza como respuesta a determinados estímulos (pronto se descartó cualquier otra opción y quedó claro que la circunstancia que le proporcionaba superfuerza era la ingesta de espinacas, cuya disponibilidad en momentos críticos era lo que le salvaba de los apuros en que se veía inmerso en el transcurso de sus aventuras): de hecho, algunos autores defienden que Popeye puede considerarse el primer superhéroe de la historia, pues su aparición es anterior a la de Superman.



El aspecto físico de Popeye es también peculiar: además de otras características, presenta unos antebrazos desproporcionadamente gruesos (adornados por sendos tatuajes representativos de un ancla), que se unen a los hombros por unos brazos grotescamente finos. Cuando adquiría su superfuerza, sin embargo, un bíceps llamativo protuía en el centro de cada uno de esos brazos.  



El bíceps braquial es uno de los músculos que permiten la flexión del antebrazo sobre el brazo, aunque no es esa su única función. Situado en la cara anterior del brazo, entre el hombro y el codo, tiene dos porciones (de ahí su nombre: bíceps), una corta y otra larga. La porción corta se origina en un saliente situado en la zona anterosuperior de la escápula (omópato), llamada apófisis coracoides. La porción larga se origina en otro saliente de la escápula, la tuberosidad supraglenoidea, y desciende por una hendidura longitudinal que tiene el húmero, llamada corredera bicipital (pues es el canal por el que “corre” el bíceps). Ambas porciones se reúnen en un mismo vientre muscular, el cual se inserta inferiormente (a nivel del codo) mediante un tendón común, en el extremo más cercano del radio (que es uno de los huesos que, junto al cúbito, forma parte del antebrazo).

Un tendón es una parte del músculo, de consistencia fuerte (etimológicamente, tendón significa "que tensa") y, a diferencia del resto del músculo, sin capacidad contráctil, formada por tejido conectivo fibroso, que une el músculo al hueso.

A veces, los tendones se rompen, ya sea de forma parcial o de forma completa. Cuando se rompe de forma completa el tendón de la porción larga del bíceps (fundamentalmente por un traumatismo o un sobreesfuerzo brusco), se produce un fenómeno curioso: cuando el paciente intenta flexionar la articulación del codo contra resistencia (es decir, intenta doblar el antebrazo sobre el brazo mientras él mismo u otra persona impide su desplazamiento), si el tendón de la porción larga del bíceps está roto se aprecia cómo el vientre muscular, que ha perdido su fijación en el hombro, se desplaza hacia el codo, produciéndose una deformidad en forma de elevación en la zona media del brazo que recuerda a la bola que se forma en el brazo de Popeye tras haber comido espinacas.

Por esa similitud, ese fenómeno recibe el nombre de “signo de Popeye”, y es indicativo, como hemos dicho, de una rotura completa de la porción larga del bíceps.

jueves, 1 de mayo de 2014

El turno del olivo


En los últimos días estamos constatando un descenso significativo de los niveles de polen de plátano de sombra, un árbol muy apreciado ornamentalmente y habitual en nuestras ciudades, que había alcanzado concentraciones altas en las semanas previas, y afortunadamente ahora está en retroceso.

En su lugar, empieza a notarse la presencia del polen de olivo, en claro aumento progresivo. A diferencia de otras zonas de la Península, en gran parte de Andalucía el polen de olivo es precisamente el que más frecuentemente produce alergia, y se trata de un árbol casi omnipresente en los paisajes de nuestras provincias, fundamentalmente en forma de grandes extensiones de cultivo, pero también en el interior, incluso, de pueblos y ciudades.

Durante la Semana Santa pasada se han constatado niveles de polen de olivo incluso superiores a 100 granos por metro cúbico de aire, en el inicio de una escalada que acaba de comenzar y que en años anteriores ha alcanzado varios miles de granos por metro cúbico (el máximo registro histórico de que tenemos constancia en la provincia de Málaga tuvo lugar en la comarca de Antequera a mediados de mayo de 1999, con 4688 granos/m3).



La imagen que ilustra estos párrafos corresponde a un chiste de John Branch publicado en 2012, en el que se exagera el fenómeno de la polinización estacional, presentando un escenario equiparable al que podría condicionar una gran nevada nocturna: “¡Mirad!, ¡esta noche ha polinizado!”, exclama un ilusionadísimo niño ante la extraordinaria visión que contempla desde su ventana, completamente ajeno al sufrimiento (físico, en forma de rinitis) que la circunstancia provoca en sus mayores.

Se trata, como hemos dicho, de una clara exageración: no es habitual que la concentración de polen sea tal que pueda formar grandes capas visibles, como ocurre en el dibujo. Aunque tampoco podemos decir que sea del todo imposible: en febrero de 1997 se presenció en Málaga una gran nube amarilla de polvo que llegó a depositarse sobre toda la superficie de la ciudad, dejando una capa amarillenta sobre aceras, tejados, terrazas, balcones y techos de los coches, y cuyo análisis microscópico demostró que se trataba de polen de pino (el tamaño de cuyos granos, por otra parte, es significativamente mayor que el de los granos del polen de olivo).

Pero eso es un fenómeno excepcional. No es fácil que volvamos a verlo. Ni tampoco es, claro está, deseable.

Y mucho menos tratándose de polen de olivo.

Nota: El contenido de esta entrada ha sido divulgado previamente desde el portal Alergia y Asma, y ha sido adaptado a este blog por su propio autor.

domingo, 13 de abril de 2014

Anafilaxia: Si eres alérgico, portar adrenalina no te hace invulnerable


Esta semana que va del 7 al 13 de abril de 2014 se celebra la Semana Mundial de la Alergia (World Allergy Week), centrada en la anafilaxia, bajo un lema impactante: “Cuando la alergia puede ser fatal”.

El evento está promovido por The World Allergy Organization (WAO), que es una organización internacional formada por un total de 92 Sociedades Científicas de Alergología e Inmunología Clínica, entre cuyas diversas funciones está la de organizar campañas educativas o de divulgación orientadas a concienciar a la población general sobre diversos aspectos relacionados con las enfermedades alérgicas.

La anafilaxia es una reacción alérgica grave, de instauración brusca, y que puede poner en peligro la vida. Se trata de la manifestación más grave que existe de una enfermedad alérgica. A diferencia de los casos en que únicamente se implica un órgano u aparato (la piel en el caso de la urticaria, la nariz en el caso de la rinitis, …), la anafilaxia afecta a todo el organismo (por ese motivo, recibe el nombre de reacción sistémica), pudiendo dar lugar a síntomas variados en los distintos órganos o aparatos. Es una reacción de presentación rápida, aparece en un periodo de tiempo inmediato al contacto con la sustancia que la produce (pocos minutos, característicamente no más allá de 30 minutos, aunque en algunos casos su presentación puede ser más tardía), y, como hemos dicho, puede ser muy grave, hasta el punto de poner en riesgo la vida. Por lo general, la mayor gravedad del cuadro se relaciona con la afectación del aparato respiratorio (con dificultad para respirar y asfixia) y del sistema cardiovascular (con caída de la tensión arterial y pérdida de conocimiento, lo cual recibe el nombre de shock anafiláctico o choque anafiláctico). Las manifestaciones cutáneas, por su parte, generalmente con enrojecimiento, hinchazón o sobreelevación en forma de habones (típicos de la urticaria) y prurito (picor intenso), siendo las más frecuentes, no revisten, en sí mismas, tanta gravedad.

La anafilaxia es, por tanto, una urgencia médica, cuyo tratamiento requiere una serie de medidas que implican valoración y una actuación lo más precoz posible por personal médico. Pero existe una medida que el propio enfermo puede poner en práctica en cuanto nota la presentación del cuadro: la administración de adrenalina. Existen dispositivos de adrenalina autoinyectable comercializados en España, que permiten que el paciente se la aplique en caso de presentar una reacción anafiláctica. Se prescriben a personas que tienen un riesgo importante de padecer anafilaxia (generalmente cuando se conoce una alergia que podría dar lugar a ella, y no existe certeza de poder evitar el contacto con la sustancia responsable), debiendo el paciente llevarla consigo y saber cuándo y cómo utilizarla.

Dan Piraro es un humorista gráfico norteamericano (ya conocido de los lectores de este blog) cuya obra Pizarro se publica en múltiples diarios de Estados Unidos. Ocasionalmente, colabora con otro humorista, Wayno, que suele proporcionarle ideas para plasmarlas en forma de chistes.

Hoy queremos referirnos a una de esas colaboraciones, para proponer una reflexión importante sobre la anafilaxia y su tratamiento.

En 2011, Wayno, que había creado un personaje llamado Mr. Peanut (Sr. Cacahuete), un cacahuete con aspecto antropomórfico,  dibujó a éste sentado junto a una mesa pequeña, en aparente conversación con una chica: ella le cogía la mano, y él tenía aspecto compungido.




Wayno contó más tarde que no se le ocurría ninguna conversación que le resultara plenamente satisfactoria, de modo que decidió pedir participación a sus lectores, y les presentó el boceto como una especie de concurso: la idea más divertida sería la que se incluyera en el trabajo final.

Unos cuantos días después, había elegido una propuesta en la que la chica parecía querer romper la relación entre ambos con la siguiente frase: “No eres tú, son mis alergias” (ciertamente, una solución ingeniosa).

Piraro, no obstante, después de hacer una búsqueda en internet sobre la alergia a frutos secos, propuso a Wayno incluir alguna mención a la adrenalina en el chiste. Tras meditar esa propuesta, el resultado final se convirtió en la entrega de Bizarro correspondiente al 18 de marzo de 2011. En ella, la chica le decía al desconcertado Sr. Cacahuete: “No nos estamos separando para siempre. Sólo hasta que yo consiga recargar mi adrenalina”.



Sin ánimo, por supuesto, de cuestionar el contenido del chiste, que no parece tener otra intención que la de provocar una sonrisa en el lector (lo cual no es poco), queremos aprovechar la circunstancia para ofrecer dos pinceladas sobre los dispositivos para autoinyección de adrenalina (o epinefrina: se trata del mismo fármaco), tan valiosos en casos de anafilaxia y a los que ya nos hemos referido en los párrafos iniciales de esta entrada.

En España existen varios dispositivos con adrenalina precargada (es decir, ya cargada, cargada de forma previa y lista para su inyección) disponibles, que se prescriben (siempre por un médico) a personas con un riesgo relevante de padecer una anafilaxia, para que lleven el fármaco consigo y se lo autoadministren en caso de notar el inicio de los síntomas de anafilaxia. La adrenalina, en la dosis que llevan esos dispositivos (existen para niños y para adultos), representa un remedio contra la anafilaxia que debe ser utilizado de urgencia para impedir la progresión de los síntomas o incluso revertirlos, pero que no sustituye a la necesidad de asistencia médica: aunque puede salvar la vida del enfermo, sus efectos son temporales, y, una vez que pasan, los síntomas pueden reaparecer. Por ello, la llamada a los servicios de urgencia o el traslado al hospital (lo que, en cada caso, resulte más rápido) no debe demorarse por el hecho de utilizar la adrenalina, y no debe esperarse a la reaparición de los síntomas , pues el riesgo es demasiado alto.

Pues bien, en contra de lo que sugiere el chiste que hemos analizado, estos dispositivos no son recargables: son de un solo uso, y no pueden reaprovecharse. Incluso es habitual que, una vez utilizados, quede algún remanente del fármaco en la jeringa, que ya deberá desecharse.

Pero la reflexión realmente relevante que queremos proponer a nuestros lectores es la siguiente: el hecho de portar adrenalina no anula por completo el riesgo. En caso de presentarse una anafilaxia, la adrenalina permite ganar tiempo y, como decíamos arriba, puede salvar la vida del enfermo mientras se consigue la asistencia médica, pero su disponibilidad nunca debe proporcionar sensación de invulnerabilidad: el riesgo sigue existiendo, y sigue siendo grave. La adrenalina no sustituye a la conducta de evitación del alérgeno: jugará un papel esencial si se produce un contacto inadvertido o inevitable con el alérgeno, pero no por tenerla debe, nunca, bajarse la guardia,

Por ello, aunque se le parta el corazón, la chica del chiste, que se sabe alérgica, deberá seguir evitando el contacto con el cacahuete. Lleve o no lleve adrenalina.


Nota: El contenido de esta entrada ha sido divulgado previamente desde el portal Alergia y Asma, y ha sido adaptado a este blog por su propio autor.