sábado, 3 de septiembre de 2011

Los "nuevos" riesgos psicosociales

Cuando leemos, en los textos especializados en materia de prevención de riesgos laborales, sobre los llamados riesgos psicosociales, no es raro encontrarlos acompañados por el calificativo de “nuevos”: los nuevos riesgos psicosociales.

Pero ¿son realmente nuevos?

Recordemos que nos estamos refiriendo a circunstancias como el estrés en el trabajo, el acoso laboral (también llamado mobbing), el burnout, la nocturnidad, ... ¿De verdad no existían esas circunstancias antes, o más bien se trata de una especie de moda, una tendencia reciente y creciente a prestar atención a algo que siempre ha existido, dándole ahora más importancia de la que se le confería en el pasado? Esta última parece ser la opción por la que apuesta, con desdén, el personaje que habla en este chiste de Manel Fontdevila, aparecido en Público el 3 de diciembre de 2007:












La realidad es que, sin lugar a dudas, estos riesgos y patologías psicosociales también han existido, en mayor o menor medida, en las actividades laborales de tiempos pasados, pero en la actualidad se dan una serie de circunstancias que hacen que el interés por ellos sea significativamente mayor.

Por una parte, en la sociedad actual, el sector de los servicios (el llamado sector terciario de la economía: transporte, comercio, enseñanza, sanidad, ...) tiene cada vez más importancia (hasta el punto de que se habla de la “sociedad de los servicios”), y ello incrementa, a su vez, la relevancia de los riesgos psicosociales: aunque dichos riesgos también pueden darse en los llamados sectores primario (actividades de extracción directa de bienes de la naturaleza) y secundario (actividades que implican transformación de alimentos y materias primas, la industria), generalmente resultan más evidentes en las actividades productivas orientadas a los servicios, pues en ellas tienen una importancia relativa mayor cuando se valoran respecto a otros riesgos laborales, como los físicos (sobreesfuerzos, golpes, caídas, ruidos, radiaciones, etc.) y los químicos (contacto con sustancias tóxicas, irritantes, ...).

Por otra parte, el desarrollo y perfeccionamiento del llamado Estado Social o Estado del bienestar (en el que los Gobiernos se implican activamente para dar respuesta a múltiples necesidades de los ciudadanos) ha hecho que los países desarrollados, una vez cubiertas las necesidades más básicas de bienestar material y seguridad, se preocupen por regular las relaciones sociales que se mantienen dentro de las unidades productivas, como factor relevante en la salud, la autoestima y la satisfacción de los trabajadores.

Finalmente, resulta evidente que, a medida que se van elaborando y aplicando normas jurídicas que buscan identificar y concretar esos riesgos psicosociales para conseguir su prevención, los configuran con protagonismo creciente no solo en el ordenamiento jurídico, sino también en la conciencia de los ciudadanos.

Forges, hace ya casi una década (concretamente, en su chiste publicado en El País el 15 de febrero de 2002) plasmaba su percepción de la mayor importancia relativa de estos riesgos (percepción acertada, sin duda, pues en aquella fecha ya estaban actuando los factores que hemos señalado arriba), relacionándola, de forma contundente, con la llamada globalización: