sábado, 30 de julio de 2011

Las teorías sobre el "déjà vu"


La sensación que recibe el nombre de “déjà vu” (paramnesia) se conoce desde hace mucho tiempo (San Agustín hablaba, por ejemplo, de “la falsa memoria”), si bien no se llamó de esa forma hasta que el filósofo francés Émile Boirac (también conocido por sus investigaciones en parapsicología) empezó a denominarla con esa expresión en las últimas décadas del siglo XIX. Es un fenómeno, como decíamos en nuestra entrada anterior, muy común: dependiendo del estudio de que se trate, podemos encontrar que se menciona que entre un 30% y un 96% de la población general refiere haberlo experimentado en alguna ocasión.

No conocemos sus causas, aunque se ha especulado mucho al respecto. Como puede suponerse, hay múltiples teorías místicas y fantasiosas al respecto: quienes creen en la reencarnación, por ejemplo, defienden que el fenómeno de déjà vu es la prueba de que nadie está en el mundo por primera vez, de que todos hemos tenido alguna vida anterior (sería, entonces, algo así como lo que le ocurre a Derek, el protagonista de este chiste de Mark Parisi aparecido en su blog Off the Mark el 14 de agosto de 2003):























Pero esas, por supuesto, no son teorías científicas.

Desde el punto de vista científico, una de las teorías más aceptadas durante años lo relacionaba con el procesamiento de la información visual: se argumentaba que la información de un ojo podría llegar a uno de los dos hemisferios cerebrales con un poco de adelanto, procesándose como si se tratase de memoria cuando se comunicaba al segundo hemisferio (como un recuerdo impreciso, imposible de delimitar o identificar con claridad): esa pequeña diferencia de tiempo en la llegada de la información al cerebro por dos vías diferentes sería lo que daría lugar a la sensación de reconocimiento de algo que se experimenta por vez primera. Resulta evidente que es a esta teoría a la que se refiere el chiste titulado Carrusel que Alberto Montt incluyó en su blog Dosis Diarias el 14 de diciembre de 2007:

















Sin embargo, existen evidencias que se oponen a la teoría descrita, como es el hecho de que las personas ciegas también pueden experimentar este fenómeno, que se desencadenaría, en ellos, por olores o sonidos.

Hoy pensamos, más bien, que se trata de una consecuencia de la activación anómala (lo cual no quiere decir patológica, pues, como hemos visto, ocurre con frecuencia en las personas sanas) del lóbulo temporal del cerebro, y ese sería el motivo por el cual es más frecuente en las personas que experimentan epilepsia temporal. Al fin y al cabo, la epilepsia es precisamente la consecuencia de una activación anómala de alguna región cerebral, y sus manifestaciones clínicas (que pueden ser tremendamente variadas) dependen de la región concreta que se activa.

Puede deducirse que las pruebas de imagen, que en la actualidad tienen potencia suficiente como para detectar las áreas del cerebro que se activan en cada proceso mental (podemos conocer cuáles son las regiones cerebrales que se activan cuando una persona intenta recordar algo remoto, cuando resuelve problemas de cálculo, cuando experimenta alegría o tristeza, ...), podrán proporcionar información relevante al respecto. Y es cierto, tenemos esperanzas en esa posibilidad. El problema, y la causa por la que aún no disponemos de ese conocimiento, es que la sensación de déjà vu no puede provocarse a voluntad: aparece ocasionalmente, cuando uno menos se lo espera. Topamos, entonces, con una especie de círculo vicioso: precisamente porque no sabemos qué es lo que produce el fenómeno (y no podemos, por tanto, provocarlo intencionadamente en un experimento), resulta difícil seguir avanzando en el conocimiento de sus causas.

domingo, 17 de julio de 2011

Déjà vu.


No todos los días se encuentra uno con un chiste que incluya la descripción precisa de un fenómeno clínico, pero ese es el caso del chiste de Vergara que apareció en Público el pasado 29 de junio:










Para bromear acerca de sus escasas expectativas respecto al Debate sobre el Estado de la Nación de este año 2011 (a punto, entonces, de celebrarse), Vergara recupera el concepto de déjà vu, que, es, en efecto, una expresión francesa (cuyo significado literal es “ya visto”) utilizada en clínica para referirse una alteración de la memoria (también llamada paramnesia) consistente en la sensación de recordar situaciones que nunca se han vivido antes, es decir, es la sensación de haber estado antes en una situación que, sin embargo, en realidad está ocurriendo por vez primera. Como si, al ver un debate televisado en directo (que es a lo que se refería el humorista) tuviésemos la sensación de que se trata una retransmisión en diferido, porque no aporta nada sobre lo que ya habíamos visto en otras ocasiones.

O como si, al leer un titular de la prensa, tuviésemos la sensación de que ya lo habíamos leído. Stahler, el 6 de junio de 2008, jugaba en The Columbus Dispatch con esta sensación para plasmar la sensación angustiosa de ser testigo de cómo los precios de la gasolina suben y suben... sin techo aparente:


















También Mark Parisi, en su página Off the mark.com, usó el concepto con inteligencia en un chiste de 2004 que, si bien a diferencia del de Vergara no incluye la descripción del fenómeno, sí lo plasma a la perfección con una escena doméstica:






















La presentación ocasional de este trastorno no tiene significación patológica: prácticamente todos, sanos o enfermos, hemos experimentado en alguna ocasión la falsa sensación de haber estado antes en un sitio concreto, de conocer ya a alguien a quien no hemos visto nunca, de haber hecho en el pasado algo que, en realidad, hacemos por primera vez. Se dice, no obstante, que este fenómeno es más frecuente en determinados síndromes clínicos, como la esquizofrenia y la epilepsia temporal, en los cuales se alteran determinados circuitos neuronales.

Son muchos los autores que han dibujado chistes sobre este concepto, pero la mayoría de ellos se basan en el recurso de presentar situaciones en las que los personajes experimentan la sensación (incómoda, a veces) de haber estado allí ya antes. A veces, lo consiguen con un simple dibujo, sin necesidad de diálogos, como estos ejemplos de Paul Kinsella y de Dave Carpenter:













































Otras veces, como en el caso del chiste con el que queremos cerrar esta entrada, basan su gracia precisamente en el diálogo. Se trata de una historieta breve, titulada Health Care Déjà vu (que ni siquiera está firmada) ofrecida como recurso gratuito en la página web de la Canadian Interprofessional Health Collaborative (CIHC), cuyo autor o autora ha cedido los derechos a la misma (hemos solicitado a la CIHC la identidad del autor, pero en su respuesta nos invitan a atribuir el chiste a la propia institución):




















Describiremos inicialmente la secuencia para después comentarla: el profesional que recibe a la usuaria de un servicio o centro sanitario le pregunta algo así como: “Cuénteme, ¿qué le ocurre?” (obviamente, la traducción no es literal, pero es que la traducción literal suena un poco ridícula en nuestro idioma); el médico que le va a atender, le pregunta exactamente lo mismo; la persona encargada de hacer las pruebas o exploraciones diagnósticas que se le han pedido formula de nuevo la misma pregunta: “Cuénteme, ¿qué le ocurre?”. Y, finalmente, mientras la fisioterapeuta inicia el tratamiento prescrito, vuelve a preguntarle: “Cuénteme, ¿qué le ocurre?”. La paciente, perpleja, se interroga a sí misma: “¡¿Pero es que estas personas nunca hablan unos con otros?!”.

Es obvio que este chiste incluye una crítica bastante explícita a la comunicación (que, evidentemente, considera deficiente) entre los distintos servicios sanitarios que prestan asistencia a un mismo paciente durante un mismo proceso (lo que en el argot técnico llamamos “comunicación interniveles para garantizar la continuidad asistencial”). Sin duda, en muchos casos esa comunicación es susceptible de mejorar. Sin embargo, cada profesional sanitario conoce mejor que nadie las peculiaridades de la asistencia que presta o del servicio que ofrece, por lo que, aún cuando se le haya proporcionado información previa, no es censurable (sino todo lo contrario) que quiera recabar información de primera mano, directamente del paciente, pues pueden existir datos importantes para su parcela asistencial que otros profesionales bienintencionados han considerado irrelevantes o al menos no tan importantes como para incluirlos en la información que le han hecho llegar. Por ello, este tipo de déjà vu (el hecho de que un paciente tenga la sensación de que los distintos profesionales sanitarios que intervienen en su asistencia le preguntan reiteradamente sobre su problema de salud) no sólo no es patológico, sino que, a nuestro juicio, resulta sanísimo.

jueves, 7 de julio de 2011

Sabré de ti.

Los norteamericanos han acuñado una expresión que usan con ánimo despectivo: "I'll see you in the cartoons" ("te veré en los chistes de la prensa", o "sabré de ti por los chistes del periódico").

Atribuir una connotación peyorativa a esa frase es ignorar cuán serios pueden llegar a ser los chistes de la prensa; cuán respetuosos.

Montoro, por el contrario, lo sabe bien:
















                             (La Razón, 06/07/2011).

Enhorabuena.

martes, 5 de julio de 2011

Sobre el derecho a la protección de la salud.


En nuestra última entrada, hablamos de la llamada “Ley Antitabaco”, y hemos encontrado en ella un adecuado punto de partida para abordar el concepto de “protección de la salud”.

El Artículo 43 de nuestra vigente Constitución Española de 1978 se inicia con una frase que se constituye en fundamento de nuestro actual Sistema Nacional de Salud: “Se reconoce el derecho a la protección de la salud”.

Poco después de que se promulgase la Constitución Española de 1978, Forges publicó su obra titulada “La Constitución”, en la cual analizaba la Carta Magna, artículo por artículo, e ilustraba cada uno de ellos con un chiste alusivo.

El chiste que Forges proponía para acompañar al mencionado Artículo 43 mostraba a un oculista intentando diagnosticar un problema de visión a su paciente:










No cabe duda de que el chiste es adecuado, pues la asistencia sanitaria es una de las medidas puestas en marcha para satisfacer ese derecho a la protección de la salud. Sin embargo, no son sinónimos: el derecho a la protección de salud es un concepto mucho más amplio que el de asistencia sanitaria.

El derecho a la protección de la salud incluye, además de lo anterior, todas las medidas encaminadas a la prevención de enfermedades y a la promoción de la salud. Como, por ejemplo, la educación sanitaria de la población: fomentar en los niños, desde la escuela, el hábito de lavarse los dientes después de las comidas es una medida que contribuye a la promoción de la salud.

La Constitución, en el mismo Artículo mencionado, continúa diciendo: “Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. La Ley establecerá los derechos y deberes de todos al respecto.”

Cualquier medida orientada a proteger la salud de la población se incluye dentro de las actuaciones desarrolladas para satisfacer el derecho a la protección de la salud. Y con ese objetivo no solamente actúa el Ministerio de Sanidad (que, en la actualidad, en España, recibe el nombre de Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad): los demás Ministerios, y las otras Administraciones Públicas, también pueden poner en marcha (y, de hecho, lo hacen) medidas destinadas a proteger la salud de la población. Por ejemplo, el Ministerio de Trabajo (que, en la actualidad, en España, se llama Ministerio de Trabajo e Inmigración), cuando articula medidas para evitar accidentes de trabajo o enfermedades profesionales en el contexto de la prevención de riesgos laborales, está protegiendo la salud de los trabajadores. Cuando el Ministerio del Interior potencia la lucha contra el tráfico de drogas, o pone en marcha una campaña de concienciación para evitar accidentes de tráfico, está fomentando la salud pública. Cuando los Ayuntamientos prohíben a los dueños de las mascotas dejar los excrementos de las mismas en la vía pública, están protegiendo la salud de los ciudadanos.

Ya vimos en nuestra entrada inmediatamente anterior que las últimas medidas recogidas en la llamada Ley Antitabaco de 2011 se justificaban principalmente en la protección de la salud de los menores y de los trabajadores del sector de la hostelería.

Son medidas, todas las descritas, de las que se espera que tengan como consecuencia una mejora de la salud de la población. No obstante, a veces, aún sabiendo eso, interpretamos las prohibiciones como interferencias con nuestra libertad de elección, y tendemos a rebelarnos contra ellas, como reflejan la portada de El Jueves nº 1763, firmada por Manel Fontdevila y José Luis Martín, y el chiste de Fritz aparecido en el nº 4 de El Clímaco:


































Individualmente, podemos considerar que tales medidas son injustas, desproporcionadas, inútiles... Podemos, incluso, atribuirles un efecto contrario al pretendido, como refleja este chiste de El Roto, aparecido ayer 4 de julio en el diario El País.























Podremos, en definitiva, suponer que son más o menos acertadas, más o menos eficaces (algo que, en sentido estricto, no podremos saber hasta que, con posterioridad, puedan medirse sus efectos), pero de lo que no cabe duda es de que no son caprichos ni modas, ni se trata de una misión exclusiva de un Ministerio concreto: cualquier Departamento ministerial puede y debe contribuir a la protección de la salud. Y cualquier Administración: las Comunidades Autónomas tienen funciones trascendentales en ello; de hecho, las actuaciones de asistencia sanitaria están encomendadas a ellas (y ese es el motivo por el cual tenemos tantos servicios públicos de salud diferentes, los cuales suelen incluir en su denominación una referencia a la Comunidad Autónoma de la que dependen). Y la Administración local (Ayuntamientos, Diputaciones) también tiene competencias concretas en este ámbito. Incluso las instituciones o empresas privadas debe hacer una evaluación cuidadosa de las posibles repercusiones sobre la salud pública de sus actuaciones, y esa evaluación es determinante a la hora de autorizar o vetar un proyecto: existen leyes o reglamentos que así lo establecen, normas emanadas de los poderes públicos para garantizar nuestro derecho a la protección de la salud.

Los Colegios Oficiales de las profesiones sanitarias, como este Colegio Oficial de Médicos de Málaga, también contribuyen, pues tienen, entre otras funciones, la de velar por el adecuado cumplimiento del ejercicio de dichas profesiones.

Incluso este mismo blog, con su vocación de transmitir de forma constante información y aclarar conceptos, pretende realizar una modesta contribución a la protección de la salud.