miércoles, 4 de mayo de 2011

Reseña: "Cuando el viento sopla", de Raymond Briggs.


La viñeta con que abrimos esta entrada pertenece a la edición en español del cómic “Cuando el viento sopla” (traducción literal de su título original en inglés, “When the wind blows”), del británico Raymond Briggs. Esta viñeta entronca directamente con el foco de atención de nuestra entrada anterior, pues representa el momento en que los protagonistas de la historia se preguntan de qué modo podrían reconocer la lluvia radiactiva:











Cuando el viento sopla” apareció en 1982, y fue toda una sorpresa que Ediciones Debate ofreció al mercado español en 1983. Su autor, un conocido ilustrador de cuentos infantiles, escribe el guión y realiza el dibujo de una historia estremecedora en la que, usando únicamente dos personajes, refleja de un modo completamente creíble cómo la gente corriente podría enfrentarse, desde el desconocimiento más absoluto, a una tragedia nuclear, y hasta qué punto podrían verse afectados por sus consecuencias.

Los protagonistas, James y Hilda (los miembros de un matrimonio anciano de una zona rural inglesa), posan con una sonrisa tímida en la portada mientras, detrás de ellos, estalla la bomba que marcará sus vidas de un modo irreversible; una bomba que, en la ficción, es la consecuencia de un enfrentamiento bélico entre Gran Bretaña y Rusia:























La obra tiene 40 páginas de historieta, por lo que, en esta ocasión, no estamos ante un chiste gráfico, sino ante una historia larga contada mediante una sucesión de dibujos: lo que los aficionados a los cómics llamamos “novela gráfica”. Es, además, una obra dramática, tristísima, en la cual, no obstante, precisamente la ingenuidad y el desconcierto de los dos ancianos (los cuales también hacen gala de una a todas luces desproporcionada confianza en sus gobernantes), en contraste con la extrema gravedad de la situación, dan pie a situaciones de cierta comicidad. No es, pese a todo, una obra desesperanzada, porque ambos personajes exhiben una férrea voluntad de continuar viviendo (reflejada magistralmente en el rechazo a renunciar a las pequeñas rutinas de su plácida vida), se apoyan y animan mutuamente y en ningún momento dejan de esperar con obstinación que llegue ayuda del exterior, de forma que aún cuando, afectados por la radiación, están viéndose morir lentamente el uno al otro, ni ellos mismos (ni siquiera el lector), aceptan tal certeza. Y el lector entiende que, aunque la tragedia de Hilda y James no es reversible, su sufrimiento debe resultar ejemplificante: porque la ignorancia y la actitud de estos personajes, que no entienden de conflictos internacionales, que únicamente quieren seguir en paz con sus vidas mientras delegan decisiones trascendentales en sus gobernantes con ciega confianza en el criterio de éstos, son una ignorancia y una actitud que pueden tener consecuencias irreparables.

La moraleja de la obra de Briggs sigue plenamente vigente: la sombra de un conflicto nuclear no se encuentra hoy entre las principales preocupaciones de los ciudadanos; sin embargo, los accidentes nucleares no son una ficción, e ignorarlo es irresponsable. Pallarés lo reflejó con humor en una de las primeras tiras de su personaje Baldomero, aparecida en El Jueves en 1999 y posteriormente recogida en el primer álbum recopilatorio de la serie:









Retomemos, ahora, la pregunta que formulaba Hilda al inicio de esta entrada: ¿Qué aspecto tiene la lluvia radiactiva?

Como vimos en la entrada anterior, no cabe entenderla como agua que cae, ni cabe atribuirle, como propone James en la misma viñeta aludida, forma de nieve (aunque sí es evidente que tanto el agua, en caso de lluvia, como la nieve, en caso de nevada, arrastrarán hacia el suelo cuanto encuentren en suspensión en la atmósfera). De hecho, ni siquiera podemos contar con que las partículas tengan un tamaño macroscópico: es decir, que pueden ser tan pequeñas que pasen desapercibidas al ojo humano, y no por ello serían inofensivas. Hilda, por tanto, se equivoca de pleno cuando aventura lo contrario:











Como ya hemos comentado en el pasado en este blog (recuérdense los virus, cuyo tamaño los hace invisibles al ojo humano), y seguiremos comentando en el futuro, son múltiples los riesgos para la salud que escapan a lo que nuestros sentidos pueden captar, y pueden pasar, por tanto, desapercibidos si no se tienen en cuenta (de hecho, algunos padecimientos como la hipertensión o la diabetes han sido referidos con frecuencia con el impactante nombre de “asesinos silenciosos”, porque pueden no producir síntomas hasta que el daño causado ya es irreversible), por lo que es conveniente conocerlos para actuar en consecuencia.

Aunque la novela gráfica “Cuando el viento sopla” está actualmente descatalogada en España, fue adaptada al cine de un modo muy fiel en 1986 (precisamente el mismo año en que ocurrió el accidente de Chernobil), en una película de dibujos animados dirigida por Jimmy T. Murakami, con guión del propio Briggs: dibujos animados cuyo público destinatario, como puede deducirse de la lectura de los párrafos anteriores, no es precisamente el público infantil. Y sería estupendo que alguna editorial se animase a reeditar el cómic de Briggs en este país: un tebeo que tampoco es para niños.