jueves, 11 de noviembre de 2010

Gripe A (XXI): Más sobre las mascarillas.



Con frecuencia, cuando redactamos una entrada de este blog, nos vemos obligados a descartar algún chiste relacionado con el tema que queremos abordar: puede ocurrir que el chiste en cuestión no aporte nada relevante respecto a otros que sí hemos seleccionado para análisis o comentario; o puede que presente un enfoque del tema que se sale de la línea argumental que estamos siguiendo, y preferimos dejarlo reservado para abordarlo en mejor ocasión.

Apenas unos días después de cerrar nuestra última entrada, la prensa generalista nos ha brindado la oportunidad de rescatar uno de esos chistes que habíamos descartado.

Se trata del siguiente chiste, aparecido en la página web del humorista Severi el 2 de julio de 2009 (el autor es argentino, y utiliza un localismo: barbijo es el término que se emplea allí para referirse a la mascarilla quirúrgica):

























Cada año, recién iniciado el otoño, se dan a conocer los llamados Premios Ig Nobel, concedidos por la Universidad de Harvard para destacar investigaciones sorprendentes e inusuales. Este año, coincidiendo con la divulgación de los galardones correspondientes a 2010, la prensa ha coincidido en recordar, curiosamente, uno de los premios que se otorgaron el pasado año: el Premio Ig Nobel de Salud Pública de 2009 recayó sobre un grupo que había inventado un sujetador que, en condiciones de emergencia, podía convertirse en una mascarilla útil para protegerse frente a gases tóxicos. Los inventores destacaban como ventaja adicional que la portadora del sujetador podía hacer uso de una de las copas, y ceder la segunda a otra persona: exactamente como los siameses de arriba, con la salvedad de que, en el invento en cuestión (a diferencia de la imagen del chiste), ambas copas pueden independizarse por completo en caso de necesidad.

En nuestra entrada anterior decíamos que las mascarillas utilizadas para prevenir enfermedades infecciosas deben desecharse después del uso, y no son reutilizables. Sin embargo, los promotores del mencionado sujetador-mascarilla defienden que puede lavarse y reutilizarse. ¿Se trata, entonces, de una contradicción?. No, en absoluto. Nótese que ese peculiar sujetador se comercializa (sí, ya está comercializado) como recurso frente a gases tóxicos, y no frente a gérmenes. Una mascarilla que se emplea como medio de barrera para prevenir enfermedades infecciosas no debe manipularse después de usada, pues, si se ha contaminado con gérmenes vivos, su manipulación podría favorecer el contagio. Una mascarilla, por el contrario, cuyo único objetivo es proteger contra gases tóxicos, sí puede reutilizarse mientras no se deteriore.

El caso, entonces, es que no estaríamos hablando de un barbijo (el Diccionario de la Real Academia Española lo define como "pieza de tela con que, por asepsia, los médicos y auxiliares se cubren la boca y la nariz"), ya que no se utiliza por asepsia (es decir, no se busca prevenir infecciones), sino de algo más parecido a una máscara antigás.