lunes, 6 de diciembre de 2010

Vacunas (I): El descubrimiento de las vacunas


Con carácter general, una vacuna es un medicamento que proporciona protección contra enfermedades futuras.

Aunque, en un sentido estricto, cuando hablamos de vacunas nos solemos referir a las vacunas contra las enfermedades infecciosas (esto es, las enfermedades producidas por gérmenes), en la práctica también denominamos vacunas a otros medicamentos que se administran para proteger en el futuro contra otro tipo de enfermedades: el ejemplo típico lo constituyen las vacunas de la alergia (cuyo nombre técnico es inmunoterapia), de las cuales hablaremos en otra ocasión. No obstante, salvo que especifiquemos lo contrario, en lo sucesivo al hablar de vacunas nos estaremos refiriendo a las vacunas contra las enfermedades infecciosas.

Las vacunas frente a las enfermedades infecciosas son medicamentos que se obtienen a partir de microorganismos o de sus partes, o bien guardan gran similitud con éstas: cuando se administra a una persona sana un microorganismo similar (pero inofensivo, o mucho menos peligroso) al que causa la enfermedad que queremos prevenir (llamado microorganismo patógeno precisamente por su capacidad para causar enfermedad), o bien fragmentos de este último, se consigue que su cuerpo produzca defensas contra el mismo. Podemos decir que el cuerpo “aprende” a defenderse contra ese germen, pues se estimula la llamada “memoria inmunológica”, de la cual ya hemos hablado en una entrada anterior. Si en un futuro esta persona entrase en contacto con el microorganismo patógeno contra el cual ha sido vacunada, reaccionaría de un modo más rápido y eficaz gracias a su memoria inmunológica, sus defensas le protegerían y no padecería la enfermedad (o bien ésta cursaría de forma más leve).

Las sustancias que, introducidas en un organismo, desencadenan una respuesta del sistema inmunológico, con producción de defensas, reciben el nombre de antígenos. Las vacunas están elaboradas, por tanto, a base de antígenos.

Consideramos a Edward Jenner el descubridor de la vacuna. Jenner era un médico rural inglés que constató que los ordeñadores de vacas padecían una forma más leve de viruela (la viruela bovina, de la cual se contagiaban por el contacto con las ubres de las vacas) y quedaban, tras ella, protegidos contra la viruela humana, mucho más grave. Buscando conseguir esa protección de forma artificial, inoculó pus procedente de una persona que padecía viruela bovina a un niño sano (un experimento que, aún cuando en su momento tuvo éxito, en la actualidad es absolutamente impensable, por el riesgo que entraña), consiguiendo de ese modo su protección (su “inmunización”, es el término técnico).

El nombre de “vacuna” procede, como resulta evidente, de su asociación originaria con el ganado bovino.

Al igual que ha ocurrido con frecuencia en la historia de la ciencia, al principio la propuesta de Jenner, tan novedosa en su época, no fue bien acogida por muchos de sus colegas, y tuvo muchos detractores. Había incluso quien afirmaba que inyectar al ser humano material procedente del cuerpo de una vaca podría hacer que se adquiriesen características de dicho animal. El caricaturista británico James Gillray lo plasmó con humor en esta obra que data de 1802, titulada "La viruela bovina o los maravillosos efectos de la nueva inoculación":

viernes, 19 de noviembre de 2010

Punto y seguido.

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Hace un año, El Humor y El Fuego comenzó su andadura.

Fue precisamente el 19 de noviembre de 2009 cuando se hizo realidad nuestro proyecto de crear un espacio de educación sanitaria destinado a la población general que basara sus reflexiones fundamentalmente en un análisis respetuoso de las muestras de humor gráfico procedentes de la prensa periódica. Un año ya, desde que nos embarcamos en este proyecto ilusionante, convencidos de que la obra gráfica de los humoristas e historietistas podía constituir un punto de partida válido para abordar problemas relacionados con la salud pública y la salud individual de quienes quisieran leernos. Puesto que la iniciativa partió del Colegio Oficial de Médicos de Málaga, teníamos el propósito inicial y la esperanza de interesar y resultar útiles a la población malagueña, y la realidad nos ha demostrado que tenemos lectores en múltiples y muy distantes puntos del planeta: nos siguen asiduamente personas de Europa, de Asia y de América.

Gracias a todos los que habéis hecho posible la continuidad de esta aventura: a la Junta Directiva del Colegio Oficial de Médicos de Málaga, por haber creído en su potencial y haber facilitado su puesta en marcha y desarrollo; a los humoristas gráficos que día a día desgranan la realidad de nuestro entorno y nos invitan a reparar en aspectos concretos de la misma: gracias a todos ellos, tanto si su obra ha inspirado ya alguna reflexión en este blog, como si todavía no lo ha hecho; gracias, también, a todas las personas sin cuya colaboración y apoyo esta tarea habría sido más ardua, o, simplemente, no habría sido; y gracias, por supuesto, a todos cuantos ocasionalmente os dejáis caer por aquí para seguir la pista a lo que intentamos contaros (con una periodicidad mucho más espaciada de lo que nos gustaría, debido exclusivamente a que el día tiene un número finito de horas). Porque es para vosotros que se hace.

Durante estos meses, la gripe A nos ha servido de pretexto para abordar múltiples temas: hemos hablado de pandemias, de virus y mutaciones, de memoria inmunológica, de estigmas, de investigación biomédica, de huéspedes, reservorios y fomites, de besos y mascarillas, de signos, síntomas y pruebas de laboratorio, ... La gripe A, tema sanitario estrella del momento en que se inició El Humor y El Fuego (que traía de cabeza a autoridades, profesionales sanitarios y a la propia población, como plasmó acertadamente Rocha en el periódico mexicano La Jornada el 31 de diciembre del 2009, utilizando el término anglosajón influenza para referirse a la gripe), nos ha brindado un hilo conductor coherente para disertar sobre aspectos diversos de la salud y la enfermedad.





















Apenas decíamos, dos entradas atrás, que la OMS había declarado el fin de la pandemia, cuando la prensa ya anuncia que se han detectado los primeros casos de gripe A de esta temporada: aún habiendo resultado una enfermedad mucho más benigna de lo que llegó a temerse, la gripe A ha venido para quedarse. De hecho, la cepa viral responsable de esta enfermedad (H1N1) se ha incorporado a la vacuna que este año se nos proporciona para defendernos de la gripe estacional.

En el futuro, habrá infinidad de temas interesantes para abordar desde este blog: resulta una absoluta obviedad decir que hay todo un mundo relacionado con la salud y la enfermedad ahí fuera, al margen de la gripe, como Mel nos recuerda en este simpático homenaje (aparecido en el número 1605 de la revista El Jueves) a la fascinante película Alien, de Ridley Scott:





















Poco a poco, esperamos poder abordar muchos de esos temas. De momento, puesto que estamos inmersos en plena campaña de vacunación contra la gripe, nos gustará hablar de vacunas. Hablaremos, entonces, de vacunas en general, y de la vacuna de la gripe en particular. Y, dado que la vacuna de la gripe A ha servido de inspiración a los humoristas durante meses, esa enfermedad concreta seguirá apareciendo ocasionalmente en estos párrafos, y seguirá sirviendo como ejemplo a partir del cual sacar conclusiones.

Entre otros muchos asuntos.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Gripe A (XXI): Más sobre las mascarillas.



Con frecuencia, cuando redactamos una entrada de este blog, nos vemos obligados a descartar algún chiste relacionado con el tema que queremos abordar: puede ocurrir que el chiste en cuestión no aporte nada relevante respecto a otros que sí hemos seleccionado para análisis o comentario; o puede que presente un enfoque del tema que se sale de la línea argumental que estamos siguiendo, y preferimos dejarlo reservado para abordarlo en mejor ocasión.

Apenas unos días después de cerrar nuestra última entrada, la prensa generalista nos ha brindado la oportunidad de rescatar uno de esos chistes que habíamos descartado.

Se trata del siguiente chiste, aparecido en la página web del humorista Severi el 2 de julio de 2009 (el autor es argentino, y utiliza un localismo: barbijo es el término que se emplea allí para referirse a la mascarilla quirúrgica):

























Cada año, recién iniciado el otoño, se dan a conocer los llamados Premios Ig Nobel, concedidos por la Universidad de Harvard para destacar investigaciones sorprendentes e inusuales. Este año, coincidiendo con la divulgación de los galardones correspondientes a 2010, la prensa ha coincidido en recordar, curiosamente, uno de los premios que se otorgaron el pasado año: el Premio Ig Nobel de Salud Pública de 2009 recayó sobre un grupo que había inventado un sujetador que, en condiciones de emergencia, podía convertirse en una mascarilla útil para protegerse frente a gases tóxicos. Los inventores destacaban como ventaja adicional que la portadora del sujetador podía hacer uso de una de las copas, y ceder la segunda a otra persona: exactamente como los siameses de arriba, con la salvedad de que, en el invento en cuestión (a diferencia de la imagen del chiste), ambas copas pueden independizarse por completo en caso de necesidad.

En nuestra entrada anterior decíamos que las mascarillas utilizadas para prevenir enfermedades infecciosas deben desecharse después del uso, y no son reutilizables. Sin embargo, los promotores del mencionado sujetador-mascarilla defienden que puede lavarse y reutilizarse. ¿Se trata, entonces, de una contradicción?. No, en absoluto. Nótese que ese peculiar sujetador se comercializa (sí, ya está comercializado) como recurso frente a gases tóxicos, y no frente a gérmenes. Una mascarilla que se emplea como medio de barrera para prevenir enfermedades infecciosas no debe manipularse después de usada, pues, si se ha contaminado con gérmenes vivos, su manipulación podría favorecer el contagio. Una mascarilla, por el contrario, cuyo único objetivo es proteger contra gases tóxicos, sí puede reutilizarse mientras no se deteriore.

El caso, entonces, es que no estaríamos hablando de un barbijo (el Diccionario de la Real Academia Española lo define como "pieza de tela con que, por asepsia, los médicos y auxiliares se cubren la boca y la nariz"), ya que no se utiliza por asepsia (es decir, no se busca prevenir infecciones), sino de algo más parecido a una máscara antigás.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Gripe A (XX): El uso de mascarillas como medida preventiva.


El pasado 10 de agosto de 2010, la OMS dio por finalizada la pandemia de gripe A. No han sido muchos los humoristas gráficos que han prestado atención a esa declaración de la OMS, pues la gripe A ya no es un tema que suscite tanto interés en los medios de comunicación general como hace unos meses, aunque algunos ejemplos sí hemos encontrado. No obstante, no es del fin de la pandemia de lo que nos gustaría hablar (todavía), sino del objeto que Joan Tharrats saca a colación al hacer referencia a esa noticia en el chiste que puede leerse a continuación, aparecido en El Jueves nº 1734 la semana inmediatamente siguiente: la mascarilla.


Hace algunos meses, al hablar de los síntomas y signos que pueden presentar quienes padecen la gripe, analizábamos los recursos que suelen emplear los distintos dibujantes para caracterizar a los enfermos de gripe A. No lo mencionamos entonces, pues no era aquél el momento adecuado, pero resulta evidente que si hay un recurso gráfico que ha sido empleado de forma recurrente para aludir a la gripe A (no ya al enfermo, pues se trata de una medida preventiva y utilizada, por tanto, por personas sanas, pero sí a la enfermedad en general), ese es, sin duda, la mascarilla.

Apenas iniciada la pandemia, comenzamos a ver en los chistes de la prensa personas o animales llevando mascarillas. Adaptar una mascarilla al hocico de un cerdo, o bien situar un cerdo en la proximidad de alguien que portara una mascarilla, constituyó, desde el primer momento, una referencia clara a la entonces todavía llamada gripe porcina. Es el caso del chiste de Erlich que presentamos a continuación, publicado en El País el 3 de mayo de 2009, o el del chiste mudo del caricaturista peruano ItaloEdu que aparece después, del 9 de abril de 2009, en el que hace uso de unos famosos personajes infantiles creados por Jim Henson; por último, la siguiente muestra, en la que la mascarilla tan solo se menciona, es de Miki y Duarte, y apareció en Málaga Hoy el 3 de mayo de 2009:

















































Y enseguida el cerdo dejó de ser necesario, adquiriendo la mascarilla, por sí sola, toda la carga simbólica. De esa forma, en el humor gráfico de la prensa periódica la mascarilla se convirtió en una alegoría de la gripe, en un símbolo de la prevención del contagio y una representación del miedo a esa enfermedad, y algunos dibujantes la incorporaron a la dinámica cotidiana de sus personajes, como puede apreciarse en estos dos chistes de Erlich aparecidos en días consecutivos en El País (concretamente, los días 4 y 5 de mayo de 2010), o en los siguientes, del caricaturista paraguayo Nico, incorporados a su propio blog entre mayo y julio de 2009; el último es de Leujene, y apareció en el número 1667 de El Jueves, correspondiente al  6 de mayo de 2009:









Esos chistes, junto a tantos otros en los que la mascarilla se integra con normalidad en la vestimenta de los personajes, nos recuerdan que, en aquellos días, la población mundial entera seguía con expectación (no exenta de cierta aprensión) las noticias sobre la diseminación de la enfermedad. Probablemente ningún ejemplo lo muestra de un modo tan radical como la imagen en la que Ramón, colaborador habitual de El País, presenta una mascarilla protegiendo a todo un continente (el chiste data del 1 de mayo de 2009, y el hecho de que el continente elegido sea precisamente África no tiene nada que ver con la prevalencia de la enfermedad, sino con la circunstancia de que la acción de la tira diaria en cuestión, titulada "Hipo, Popo, Pota y Tamo", transcurría allí, al estar protagonizada por animales salvajes):






Las mascarillas pueden, ciertamente, prevenir la infección, pues constituyen un obstáculo (una barrera, y de ahí que constituyan un ejemplo de los medios preventivos que reciben precisamente ese nombre: "medios de barrera") para el paso del virus de una persona a otra. Y funcionan como barrera tanto si son los propios enfermos como las personas sanas quienes las llevan.

Puesto que, como ya vimos, las gotitas de saliva o los esputos expulsados por la boca constituyen el vehículo que transporta los virus, si el enfermo lleva puesta una mascarilla evitará o dificultará la diseminación de sus propios gérmenes.

Por otra parte, si es una persona sana quien la lleva, dificultará de esa forma que gérmenes del exterior puedan acceder a la mucosa de su nariz o de su boca.

Plantear una utilización desproporcionada de los medios de barrera es un recurso con el cual los humoristas han satirizado el miedo a la enfermedad infecciosa, tanto ahora como en el pasado. Lo vimos en los primeros años de la pandemia de sida (una de cuyas vías de contagio es la vía sexual), cuando Perich inventó un "preservativo integral" (en El Jueves nº 441, de octubre de 1985):






















Y hemos vuelto a verlo ahora, referido a la gripe, a cargo de Joan Tharrats, también en las páginas de El Jueves (concretamente, en el número 1682, en agosto de 2009):





















Los cirujanos, por su parte, utilizan mascarilla cuando trabajan en el quirófano (al igual que utilizan guantes estériles y recogen su cabello en un gorro) para evitar cualquier posible contaminación de la herida quirúrgica de su paciente. Ese es el motivo por el cual con frecuencia, en la imaginación popular, el uso de la mascarilla se asocia con el del gorro de quirófano. Nos lo recordaba Enrique Bonet en el blog Irreverendos el 26 de mayo de 2009, bromeando acerca de la posibilidad de los usuarios pudiesen decorar sus mascarillas para adecuarlas a sus propios gustos o personalidad (es decir, "tunearlas", un verbo para el cual el Diccionario de la Real Academia Española todavía no recoge esta acepción a pesar de que la misma está ya sólidamente asentada en el lenguaje popular):

 


Reparemos un momento en las mascarillas "tuneadas" del chiste que acabamos de leer. En él aparecen cinco fotografías, siendo las mascarillas que se ven en las tres primeras diferentes de las que aparecen en las dos últimas. Las tres primeras son mascarillas de papel o material similar, de superficie rectangular perfectamente flexible. Las dos últimas, por el contrario, son mascarillas semi-rígidas, con una forma relativamente estable, similar a una cazoleta. Exactamente del tipo que dibujaba José Tomás en este chiste aparecido el 6 de mayo de 2009 en El Jueves nº 1667, un par de semanas después de que aparecieran los primeros casos de la enfermedad, cuando todavía la pandemia no había alcanzado la fase 6:




Ambos tipos, si se utilizan correctamente, resultan eficaces. El primer tipo es el que suele utilizarse en el quirófano (tal vez por eso el autor lo asocia con el gorro), y evita que se diseminen los gérmenes propios (patológicos o no: el cirujano puede ser una persona sana, pero aún así hay gérmenes en su boca, y si cayeran sobre una herida quirúrgica podrían causar una infección en el paciente). Respecto al segundo tipo, algunos estudios han demostrado que es el más eficaz cuando lo que se persigue con la mascarilla es proteger de salpicaduras del exterior las mucosas de la persona que la lleva.

En cualquier caso, la mascarilla resultará eficaz para disminuir la transmisión de enfermedades infecciosas sólo si se utiliza adecuadamente: éstas son las recomendaciones que hace la OMS para el uso de mascarillas en la prevención de enfermedades epidémicas:

1) Póngase la mascarilla cuidadosamente de modo que cubra la boca y la nariz, y ajústela ceñidamente para que no haya huecos entre la cara y el borde de la mascarilla.

2) Procure no tocar la mascarilla mientras la lleva puesta. Siempre que toque una mascarilla, por ejemplo, al quitársela o lavarla, aséese las manos lavándoselas con agua y jabón o usando un desinfectante para las manos a base de alcohol.

3) Tan pronto como la mascarilla se humedezca, cámbiela por otra que esté limpia y seca.

4) No vuelva a usar las mascarillas desechables: deshágase de ellas después de usarlas una sola vez y elimínelas en seguida. Nunca debe guardarse en el bolsillo para reutilizarla posteriormente.

Correctamente utilizada, entonces, la mascarilla constituye un importante recurso preventivo para evitar contagios por vía respiratoria: por ese motivo el dibujante canario Padylla presenta a la Consejera de Sanidad de su Comunidad Autónoma garantizando la disponibilidad de mascarillas cuando cree que su Presidente se preocupa por la diseminación de la enfermedad, en este chiste aparecido el 12 de junio de 2009 en La Opinión de Tenerife:
















A veces, vemos en las calles de nuestras ciudades personas que portan mascarillas. Los motivos pueden ser diversos. En ocasiones, se trata de personas que padecen una enfermedad de transmisión respiratoria y toman esa medida para no contagiar a nadie. Pero eso no es muy frecuente. Más probable es que se trate, por el contrario, de personas que, por una u otra circunstancia, se encuentran inmunodeprimidos (lo que comúnmente se refiere como "estar bajo de defensas", por ejemplo como consecuencia de algún tratamiento farmacológico) y deben tomar precauciones para no resultar infectados ellos mismos.

Finalmente, lo más habitual es que las mascarillas que vemos en las calles de nuestras ciudades no tengan nada que ver con las enfermedades infecciosas, sino con las enfermedades alérgicas: se trata de personas que evitan, de ese modo, que sus vías respiratorias entren en contacto con el polen que les desencadena síntomas de alergia. Una medida también eficaz que, sin embargo, teniendo en cuenta la elevada prevalencia de alergia entre nuestros conciudadanos (de la cual hablaremos en otra ocasión), vemos con menor frecuencia de lo que cabría esperar. Quizás porque algunas personas sientan un pudor invencible a dejarse ver en público portando mascarilla.

Pudor, por otra parte, que ni podemos considerar justificado ni afecta a todo el mundo por igual, como se encargó de recordarnos Matador el 4 de julio de 2009:



miércoles, 4 de agosto de 2010

Gripe A (XIX): Evitar besos y abrazos como medida preventiva.


El Diccionario de la Lengua de la Real Academia Española define perogrullada como “una verdad o certeza que, por notoriamente sabida, es necedad o simpleza el decirla”, asumiendo que Perogrullo era un personaje (no sabemos si real o ficticio) a quien se atribuye presentar obviedades de manera sentenciosa.

Si hemos dicho que la transmisión de los virus de la gripe tiene lugar fundamentalmente por vía respiratoria, a través de gotas de saliva contaminadas, podemos deducir, consecuentemente, que evitar la proximidad física de personas enfermas (o que puedan estarlo) disminuirá la posibilidad de contagio. Decir, por tanto, que evitar besos y abrazos de forma indiscriminada puede funcionar como medida preventiva es una afirmación de una lógica aplastante. Hay quien podría decir, incluso, que es una perogrullada.

El problema es que evitar besos y abrazos, por lógico que pueda parecer en estas circunstancias, es algo más fácil de decir que de hacer.

El Chispa es un personaje de historieta creado por dos autores argentinos, Gustavo Secreti y Gustavo Lucero, que, desde 2005, se publica en distintos medios de distribución gratuita de ese país. A mediados del año 2009, dicho personaje protagonizó una obra titulada “Club de Superhéroes: Todos contra la gripe A”, concebida como una herramienta para concienciar a la población sobre la importancia de adoptar medidas de higiene para combatir el avance de la enfermedad. La obra se divulgó de forma gratuita desde la web en la que habitualmente se publican sus aventuras, y se ofreció, igualmente sin cargo, a todos los medios impresos del país que quisieran incluirla entre sus páginas.

Club de Superhéroes: Todos contra la gripe A”, si bien debe entenderse en el contexto del clima de enorme preocupación que afectaba a la opinión pública mundial en aquellos primeros meses de la pandemia, sin duda se abre con un enfoque tremendista y catastrofista. Aunque el tono general de las historietas protagonizadas por el Chispa es humorístico, en este caso concreto se torna dramático, ofreciendo una visión apocalíptica del problema:





















Hecha la observación anterior, cabe decir que a continuación la obra se ciñe a su intención divulgativa, y se proponen medidas preventivas diversas, que se corresponden con las que en aquellos momentos estaban recomendando las autoridades sanitarias de diversos países:


Detengámonos brevemente en la última recomendación que se propone en la viñeta que acabamos de leer.

Evitar aglomeraciones que nos coloquen en contacto muy próximo a otras personas, sin lugar a dudas, contribuirá a disminuir la probabilidad de contagios, al igual que lo haría evitar, dentro de lo posible, cualquier tipo de contacto con otras personas. Sin embargo, es una medida que, como todas las demás, debe evaluarse desde el punto de vista de sus ventajas potenciales y sus perjuicios probables.

¿Realmente es fácil (es, siquiera, posible) evitar contacto con otras personas? Obviamente, teniendo en cuenta nuestra forma de vida, no lo es. En la mayoría de casos, tendríamos que dejar de acudir al trabajo, los niños tendrían que dejar de asistir a la escuela, y tendríamos que modificar o eliminar muchos de los hábitos en los que fundamentamos la cotidianeidad de nuestras vidas. El humorista colombiano Matador, el 5 de mayo de 2009, bromeó sobre el tema, poniendo un ejemplo muy concreto:






Es por ello que las recomendaciones, para tener verdadera eficacia, deben ser lo más concretas posibles. En el caso de España, el Ministerio de Sanidad y Política Social recomendó, al respecto, evitar los besos y contacto muy cercano, para prevenir el posible contagio “a través de gestos de cortesía”.

También en otros países se recomendó eludir los besos de cortesía en el saludo, y sustituirlos por un apretón de manos. Y la medida se amplió a los abrazos, los cuales, evidentemente, constituyen una de esas situaciones de “contacto muy cercano” que nuestras autoridades sanitarias recomendaban evitar.

No obstante, diversas formas de contacto físico en el contexto del saludo están muy arraigadas en las diferentes culturas (en nuestro medio, fundamentalmente los besos, los abrazos y el apretón de manos, ordenados de mayor a menor riesgo de contagio), y, puesto que se entienden como demostración de afecto y amabilidad, y no corresponder a los mismos puede interpretarse como mala educación o falta de consideración o de delicadeza, erradicar esas costumbres (especialmente si pretende hacerse de la noche a la mañana, como sucedió en el contexto al cual nos estamos refiriendo) no es tarea fácil.

C. Manresa, en El Jueves nº 1685, y MEL, en El Diario de Cádiz, lo plasmaron en sendos chistes a inicios del mes de septiembre de 2009 (el 9 y el 3 de septiembre, respectivamente):
























Probablemente por el hecho de que la práctica del llamado besamanos está (salvo en determinadas situaciones) casi en desuso, las recomendaciones de las autoridades sanitarias no la incluyeron expresamente entre las conductas a evitar. Se llama besamanos a un modo de saludar que consiste en tomar la mano derecha de la persona a quien se saluda y acercar el dorso de la misma a la propia boca, en ademán de besarla. Tradicionalmente se consideraba un acto galante para saludar a mujeres casadas, y en la actualidad ha quedado prácticamente relegado a un modo de saludar a determinadas autoridades políticas o religiosas. Aunque el contacto físico entre la boca y el dorso de la mano no es realmente necesario, si llegara a producirse podría, también, constituir un cierto riesgo de contagio.

El humorista peruano Heduardo se refiere al besamanos en un chiste publicado en su blog el 1 de mayo de 2009, utilizándolo, aparentemente, para manifestar su desacuerdo con una eventual connivencia entre las dos autoridades peruanas que en él se citan (política, una; religiosa, la otra):

lunes, 14 de junio de 2010

Gripe A (XVIII): El lavado de manos como medida preventiva.


Desde que el evangelista San Mateo presentó a Poncio Pilatos, autoridad civil en la provincia romana de Judea, desentendiéndose de la tremenda injusticia que iba a cometerse con Jesús de Nazareth mediante la acción simbólica de lavarse las manos, aceptamos ese gesto como símbolo de la voluntad de desvincularse de algo con lo que no se está de acuerdo pero ante lo que no se pretende, tampoco, oponer resistencia alguna: una actitud pasiva de dejar hacer, sin implicarse de otra forma que con la pura tolerancia o indiferencia. De hecho, el diccionario de la Real Academia Española incluye, en su vigésima segunda edición, la expresión “lavarse las manos” como frase hecha a la que atribuye el significado de “desentenderse de un negocio en que hay inconvenientes, o manifestar la repugnancia con que se toma parte en él”.

Por ello, cuando entre las medidas preventivas frente a la gripe A recomendadas por las autoridades sanitarias se destacó la necesidad de lavarse frecuentemente las manos de forma adecuada, el chiste estuvo servido: una fácil asociación de ideas llevaba a presentar a los líderes políticos desentendiéndose simbólicamente del problema (como nos contaba Elgar el 3 de septiembre de 2009 en el diario Sur), e incluso a hacer extensiva la medida a otros problemas importantes de difícil solución, tanto dentro (como sugirieron Miki & Duarte en el chiste que puede verse a continuación, aparecido el 30 de agosto de 2009 en Málaga Hoy) como fuera de nuestras fronteras (como se muestra en el tercero de estos chistes, firmado por Matador, colaborador del diario colombiano El Tiempo, el 2 de mayo del mismo año):





Fue el 5 de mayo de 2009 cuando la Alianza Mundial para la Seguridad del Paciente de la OMS, y en España la Agencia de Calidad del Sistema Nacional de Salud, convocaron una jornada global de sensibilización sobre la importancia de la correcta higiene de las manos en los centros sanitarios, tanto por parte de profesionales como de los propios pacientes y sus acompañantes.

Ciertamente, los carteles con instrucciones para lavarse las manos que, proporcionados o impulsados por la OMS, podíamos encontrar en los lavabos de edificios públicos y de muchas empresas privadas, presentaban unas indicaciones tan absolutamente obvias que casi parecían, ellos mismos, un chiste:




































Inevitablemente, leyendo esas directrices, se venían a la cabeza ejercicios de ironía como las “Instrucciones para subir una escalera” o las “Instrucciones para llorar” de Julio Cortázar, reflexiones ambas incluidas en su obra “Historias de Cronopios y de Famas” (1962), o la famosa secuencia de los humoristas españoles Tip y Coll (Luis Sánchez Polack y José Luis Coll) en la que proporcionaban “instrucciones para llenar un vaso de agua”, pormenorizando en multitud de detalles innecesarios el acto casi automático de verter agua en un vaso. Los carteles referidos daban pie a que uno se preguntara si realmente el hecho de lavarse las manos entrañaba tanta complejidad como para justificar una campaña como aquélla, y si no resultaría más rentable (los médicos utilizamos el término eficiente) dedicar los recursos a actividades menos obvias. La medida de enseñarnos cómo deben lavarse las manos se antojaba, entonces, inquietantemente insuficiente, y esa sensación propiciaba el que fuera criticada de los modos más diversos. El Roto, desde su espacio en El País, la ridiculizaba, el 9 de mayo, de la siguiente forma:























A pesar de lo anterior, el simple acto de lavarse bien las manos es una medida cómoda, barata y eficaz: no supone ninguna tontería invertir en concienciar a la opinión pública de su importancia. Si la persona enferma tose o estornuda poniendo su mano delante de la boca, los gérmenes quedan en ella, y con la misma mano sin lavar posteriormente puede tocar pomos, picaportes u otros objetos, con los que después contactarán otras personas, llevándose los gérmenes en sus propias manos. Hay, además, personas (muy especialmente los niños pequeños) que tienen tendencia a tocarse los ojos, la nariz, los labios, etc., es decir, sus propias mucosas, que, como vimos, no son tan resistentes al paso del virus como lo es la piel íntegra. Si previamente han tocado una superficie contaminada, pueden infectarse con facilidad.

De hecho, el acto de lavarse las manos está fuertemente asociado, en la historia de la medicina, con la disminución de las enfermedades infecciosas, después de que, en el siglo XIX, el médico húngaro Ignacio Felipe Semmelweis, años antes de que se descubrieran los microbios, consiguiera disminuir enormemente la mortalidad entre las mujeres que daban a luz en su hospital mediante la simple recomendación a los médicos de que se lavaran las manos antes de atender los partos.

Lavarse las manos con cierta frecuencia es, por tanto, una sencilla medida que, acompañada del uso de pañuelos de papel (para toser o estornudar en un pañuelo mejor que en las manos), y evitar tocarse la boca, la nariz y los ojos, puede ayudar mucho a frenar el contagio de la gripe y de otras infecciones.

sábado, 5 de junio de 2010

Gripe A (XVII): Medidas preventivas frente a la transmisión indirecta: los fomites.


Desde hace años, sabemos que los virus de la gripe que han sido expulsados por un individuo enfermo (mediante la tos, los estornudos, al hablar, ...) pueden mantenerse en el medio ambiente con capacidad para infectar durante horas o incluso días, dependiendo de factores como la humedad o la temperatura del ambiente, o incluso la materia de la que está compuesta el objeto en el que se encuentra.

Ello es lo que permite lo que llamamos la transmisión indirecta, que es el contagio de la enfermedad por transmisión de virus de una persona enferma a una persona sana a través de objetos inanimados (que, como ya vimos, reciben el nombre de fomites) o incluso de las manos de una tercera persona que no haya guardado la higiene adecuada después de haber estado expuesta a contaminación por el germen.

Esto no es únicamente una posibilidad teórica, sino que ha podido comprobarse respecto de objetos como cubiertos, papeles o juguetes, e incluso respecto de las propias manos humanas.

Teniendo en cuenta esa circunstancia, merece la pena adoptar precauciones encaminadas a evitar la transmisión por esta vía indirecta.

En concreto, en lo referente a los fomites, no es necesario adoptar medidas tan radicales como las que propone Mike Bonales en esta otra muestra de los “Consejos útiles” para prevenir la gripe A que incluyó el su blog Conejo Frustrado el pasado 5 de septiembre de 2009, presentando un chiste que se basa de nuevo, precisamente, en lo exagerado de su planteamiento:


Por el contrario, puesto que sabemos que los virus gripales no pueden atravesar la piel humana íntegra y, sin embargo, sí pueden penetrar en nuestro organismo a través de las mucosas, merece la pena evitar, dentro de lo posible, poner en contacto directo nuestras mucosas con objetos que recientemente hayan podido ser contaminados por otras personas. Por ejemplo, evitar besar objetos que hayan sido besados recientemente por otras personas, especialmente si se trata de desconocidos, como propone Forges en el chiste aparecido en el diario El País el pasado 23 de agosto de 2009:


lunes, 24 de mayo de 2010

Gripe A (XVI): Medidas preventivas sobre la fuente de infección.



El sentido común indica que las medidas preventivas a adoptar sobre la fuente de infección han de ir orientadas a evitar la diseminación del germen.

Para ello, lógicamente, lo principal es identificar adecuadamente las fuentes de infección y conocer con detalle las posibles vías y mecanismos de contagio.

Cuando se tiene constancia de que alguna enfermedad ha pasado de algún animal al ser humano, y se considera plausible la transmisión por vía digestiva, es importante evitar que los animales enfermos sean consumidos por las personas. En estos casos, lo primero es evitar que la carne procedente de animales sospechosos de estar enfermos o con un riesgo serio de haberse contagiado lleguen al mercado. En los primeros días tras la irrupción de la gripe pandémica H1N1 en el panorama internacional, cuando todavía no se había descartado la transmisión por vía digestiva, la comparación, en el sentido descrito, con epidemias anteriores como la de la llamada gripe del pollo (gripe aviar ) o la enfermedad de las vacas locas (cuyo nombre científico es encefalopatía espongiforme bovina) resultaba inevitable.

Kostas Koufogiorgos, humorista nacido en Grecia que publica regularmente en diversos medios griegos y alemanes, reflexionó sobre el asunto en este chiste que hemos encontrado en los archivos de su propia página web, con fecha 26 de abril de 2009:


 
 
“Deberíamos replantearnos nuestros hábitos alimenticios”, le dice un personaje al otro, a la vista del desalentador grupo formado por una vaca con encefalopatía espongiforme bovina (“enfermedad de las vacas locas”), una gallina con gripe aviar (“gripe del pollo”) y un cerdo con gripe H1N1 (gripe A, entonces todavía llamada “gripe porcina”).
 
En relación con lo anterior, hace algunos años (concretamente, el 11 de septiembre de 2005, en el Tribune-Review de Pittsburgh), Randy Bish apostó por la irrupción de una enfermedad porcina que pudiese afectar al ser humano, en este curioso ejercicio de premonición:
 
 
"Los pavos tienen gripe aviar”, dice el líder de este grupo de cerdos; “las vacas tienen la enfermedad de las vacas locas. Y yo os digo, muchachos... ¡a menos que queramos ver más jamón servido el Día de Acción de Gracias, vamos a tener que conseguirnos nuestra propia enfermedad!”

El problema que los cerdos de este chiste de Bish no tienen en cuenta es que, en los casos de las enfermedades referidas, la medida más expeditiva para evitar la transmisión del germen por vía digestiva a los seres humanos consiste, precisamente, en el sacrificio obligatorio de cualquier partida de animales con sospecha de haber estado expuestos al contagio; una medida que, lógicamente, tiene consecuencias dramáticas para el sector ganadero, como ya vimos en alguna de nuestras entradas anteriores, y que los pollos del siguiente chiste de JM Nieto, aparecido en 20 minutos el 21 de febrero de 2006 sí parecen tener muy presente:









No obstante, como ya vimos, en el caso de la gripe H1N1 la transmisión por vía digestiva se descartó, por lo que el sacrificio de ganado porcino no llegó a ser una necesidad. Confirmada, sin embargo, la transmisión por vía respiratoria, la lógica aconsejaba evitar la proximidad de animales enfermos. Esa es la causa por la que resulta tan inadecuado el regalo que en el siguiente chiste de Padylla, publicado el 30 de abril de 2009 en La Opinión de Tenerife, el presidente del Gobierno de Canarias ofrece al presidente del Gobierno español, y la expresión de perplejidad que este último exhibe.















Cuando se trata de evitar el contagio entre personas, como puede imaginarse, la situación es diferente.

En algunas ocasiones, las autoridades sanitarias pueden decidir que resulta necesario aislar temporalmente a alguna persona o personas para evitar o limitar el riesgo de que transmitan una enfermedad contagiosa. El periodo de tiempo que dura el aislamiento es variable dependiendo de la enfermedad en cuestión, y se prolonga el tiempo necesario para tener la convicción de que la persona sometida a aislamiento no estaba realmente contagiada, o bien ha superado el periodo durante el cual existía riesgo de transmisión. La medida recibe el nombre de cuarentena, término que procede de cuando, a finales de la Edad Media, en las grandes ciudades costeras de Europa se constató que la peste negra solía llegar por vía marítima, por lo cual se optó por impedir que la tripulación y el pasaje de los barcos que llegaban pudieran desembarcar hasta transcurrido un periodo de cuarenta días, tiempo que era más que suficiente para que, en caso de que alguien estuviese contagiado, desarrollara síntomas evidentes.

El 5 de septiembre de 2009, Mike Bonales introdujo en su blog Conejo Frustrado una tira humorística titulada “Cómo prevenir la gripe A: ¡Consejos útiles!”, en la que basa uno de los chistes en el establecimiento de la cuarentena:















En la actualidad, el establecimiento de una cuarentena es una medida excepcional que debe valorarse con mucha cautela, pues, al no ser (como se evidencia en el chiste que acabamos de leer) una medida voluntaria para la persona que se somete a aislamiento, vulnera su derecho a la libertad, un derecho que en nuestro caso está reconocido (y especialmente protegido, al otorgarle la consideración de “derecho fundamental”) por nuestra Constitución de 1978. En caso de que se adopte, pues, esta medida, ha de estar muy justificada por el interés público (por la salvaguarda de la salud pública) y escrupulosamente limitada a lo estrictamente necesario.

En los inicios de la epidemia de gripe H1N1, antes incluso de que pudiéramos hablar de pandemia, cuando aún no sospechábamos cuál podría ser la gravedad de la enfermedad, el establecimiento de cuarentena fue una medida que se consideró adecuada y llegó a establecerse en algún caso (como nos cuentan Jardí y Ariño en el chiste con que cerramos esta entrada, aparecido en el número 1668 de El Jueves, correspondiente al 13 de mayo de 2009), pero finalmente se reveló tan poco eficaz para detener el contagio como poner puertas al campo, y hubo que enfatizar otras medidas preventivas menos gravosas y más realistas, de las que hablaremos en futuras entradas.


sábado, 17 de abril de 2010

Gripe A (XV): Generalidades sobre las medidas preventivas frente a enfermedades infecciosas.


En el caso de las enfermedades infecciosas, las medidas preventivas van dirigidas a evitar la infección o a disminuir las consecuencias de la misma.

Lo ideal sería, por supuesto, evitar el contagio (es decir, evitar que nuestro organismo entre en contacto con el germen que produce la enfermedad), pero, puesto que ello no siempre es posible, hay que poner en marcha también medidas orientadas a conseguir que las personas infectadas no desarrollen la enfermedad o que, en caso de aparecer, ésta curse de la forma más leve posible.

Las posibilidades de actuación son muy diversas. En cualquier caso, las medidas a adoptar no solamente deben ser eficaces, sino que también deben ser proporcionadas al riesgo, pues en sí mismas pueden resultar incómodas, molestas, o conllevar cierto riesgo asociado. Precisamente con la desproporción y la exageración obvia jugaba Santi Orue, a inicios del mes de septiembre pasado (en El Jueves nº 1684, publicado el 2 de septiembre de 2009), al proponer una serie de medidas disparatadas entre las que se incluía un traje aislante como atuendo infantil para la reincorporación al colegio:

























Con una intención didáctica, las medidas preventivas pueden clasificarse en aquéllas que se adoptan sobre la posible fuente de infección, aquéllas que se adoptan sobre el medio ambiente y aquéllas que se adoptan sobre las personas sanas que podrían contagiarse (a quienes llamaremos huéspedes potenciales).

Las fuentes de infección, cuando nos referimos a enfermedades infecciosas en general, pueden ser muy variadas: animales, agua, alimentos, ... o incluso las propias personas enfermas. En el caso de la gripe pandémica H1N1, el virus pasó del cerdo al ser humano: de esa forma se inició una enfermedad humana que llegó a convertirse en pandemia, y cuya diseminación posterior se explica por contagio de una persona a otra. Ya hemos visto en entradas anteriores que los virus de la gripe pueden permanecer en algunos animales en los periodos entre una epidemia humana y la siguiente: a esos animales los llamamos reservorios, o reservorios naturales del germen, y en ellos el germen puede permanecer durante largos plazos de tiempo.

Las medidas que se adoptan sobre el medio ambiente (en el cual consideramos incluidos los fomites, que, como ya vimos, son los objetos o elementos inanimados que se comportan como intermediarios en el proceso de transmisión) buscan disminuir la presencia en el mismo de los gérmenes (o de su capacidad infectante).

Y, por último, las medidas que se adoptan sobre el individuo sano que podría contagiarse (a quien hemos llamado huésped potencial) pueden ser, también, muy diversas. Una de ellas busca entrenar el sistema inmunitario de estas personas, antes de un posible contagio, para que pueda luchar eficazmente contra el germen en caso de que la infección se produzca, y que de esa forma la enfermedad no llegue a aparecer: se trata de las vacunas.

Las vacunas, por tanto, no buscan evitar la infección: buscan evitar la aparición de enfermedad en las personas infectadas.

Cuando se inicia una pandemia, las autoridades sanitarias y la comunidad científica ponemos muchas esperanzas en el desarrollo de una vacuna eficaz, pues con frecuencia, como hemos dicho, impedir el contagio no es fácil (muy especialmente en el caso de la gripe, que, como ya vimos, es una enfermedad muy contagiosa). Durante la pandemia de gripe H1N1, algunos autores se han pronunciado en contra de esta fe en las vacunas, dejando ver que la consideraban injustificada, desproporcionada, o alentada por quienes podrían hacer negocio con su comercialización. Valgan como ejemplo de lo dicho los dos chistes que presentamos a continuación, el primero de ellos de Martínez (publicado el 17 de julio de 2009 en El Mundo) y el segundo de El Roto (publicado el 15 de octubre de 2009 en El País):












Ojalá que algún día las vacunas dejen de ser necesarias. Hoy día, por el contrario, son tremendamente útiles, y una de las medidas preventivas más eficaces frente a las enfermedades infecciosas. Recordemos que la única enfermedad infecciosa que los seres humanos hemos conseguido erradicar de la faz de la Tierra, la viruela (causada también por un virus), fue vencida, precisamente, gracias a su vacuna: se trataba de un virus que, afortunadamente, carecía de reservorio natural al margen del ser humano, por lo cual, una vez que la población humana estuvo convenientemente inmunizada, el virus dejó de encontrar un huésped adecuado en la naturaleza.


domingo, 11 de abril de 2010

Gripe A (XIV): La investigación biomédica en España


En nuestra entrada inmediatamente anterior, Romeu nos presentaba a un científico que se quejaba por la deficitaria financiación pública que se le había proporcionado para desarrollar su proyecto (obviemos ahora el carácter perverso de aquel proyecto, y detengámonos brevemente en la anécdota mencionada: la alusión a la insuficiencia de los fondos públicos dedicados a la investigación). En la misma línea (considerando, igualmente, insuficiente el apoyo económico que en España recibe la investigación científica), Manel F. se mostraba pesimista, al inicio de la pandemia de gripe H1N1 (el 27 de abril de 2009, en el diario Público) acerca de lo que los científicos españoles podrían contribuir al conocimiento de la enfermedad (acentuando la expresividad del chiste, los dos científicos varones que en él aparecen muestran un aspecto de delgadez extrema que probablemente no sea casual):















¿Qué hay de cierto en este planteamiento? ¿Se realiza investigación biomédica de calidad en España?

La respuesta a esta segunda pregunta es sí: en España se desarrolla actualmente investigación biomédica de muy alta calidad. En las últimas décadas hemos pasado de ser casi exclusivamente consumidores de la producción científica de otros países a poder considerarnos entre los productores de conocimientos científicos de gran relevancia internacional.

La investigación biomédica que se lleva a cabo en el sector público se canaliza fundamentalmente a través de los Servicios Públicos de Salud (dependientes, en su inmensa mayoría, de las Comunidades Autónomas), de las Universidades, y de otros diversos organismos o instituciones, ya sean de la Administración Central del Estado o de las Comunidades Autónomas, que realizan investigación en su seno y/o apoyan (de muy diverso modo, incluyendo la financiación económica de proyectos que por su calidad se consideran merecedores de ello) iniciativas ajenas.

Y una labor fundamental realiza también en este campo la industria farmacéutica, de la cual depende gran parte de la investigación privada que se desarrolla en España. Obviamente, la inversión en investigación por parte de este sector productivo se lleva a cabo con expectativas de obtener beneficios económicos, un hecho sobre el que diversos humoristas gráficos se han mostrado preocupados. Valga como ejemplo el chiste de MEL sobre la vacuna de la gripe que puede leerse a continuación, publicado originalmente en El Diario de Cádiz el 14 de noviembre de 2009:
Sin embargo, esas expectativas de beneficios económicos no son negativas en sí mismas, siempre y cuando no se antepongan a los principios éticos que deben regir cualquier investigación. La realidad es que la industria farmacéutica ha hecho, y previsiblemente seguirá haciendo, aportaciones valiosísimas en este campo. A la participación de la iniciativa privada debemos, por ejemplo (siguiendo con el asunto de la gripe), el hecho de que dispusiéramos de vacunas diferentes para poder utilizar una u otra en los distintos grupos de población, dependiendo de sus características; y que las tuviésemos, además, a tiempo para que la campaña vacunal pudiera iniciarse en nuestro país en la segunda quincena de noviembre de 2009 (a pesar de que Malagón, en esta triste reflexión aparecida en el ejemplar de El Jueves correspondiente al 18 de noviembre, considerase reprochable, precisamente, su tardanza):






















Lo que sería, por supuesto, absolutamente reprochable e inexcusable es el hecho de que el ánimo de lucro se antepusiera al bienestar de los enfermos o de la población en general, destinatarios últimos de los beneficios que pudieran derivarse del conocimiento científico obtenido (como parece deducirse del siguiente chiste, publicado por El Roto el 4 de septiembre de 2009 en El País):






















Entre las deficiencias que presenta España en el campo de la investigación biomédica se encuentra el hecho de que aquí el número de investigadores es muy bajo en comparación con el de otros países de la Unión Europea. Y es que, por muy vocacional que uno sea, vivir en España de la investigación científica es difícil. Así lo plasmó Manel F. en un chiste aparecido el 8 de junio de 2008 en Público que fue muy celebrado en algunos círculos científicos por su acertado reflejo de la realidad:
Una parte importante de las personas que actúan como investigadores científicos en los organismos públicos carecen de contrato laboral, y se vinculan a la institución en la que desarrollan su actividad como becarios. Los becarios realizan su trabajo, en lugar de a cambio de un salario, percibiendo una beca, que suele ser una cantidad significativamente inferior a la que perciben los trabajadores de su mismo grupo profesional, sin perspectiva de continuidad a partir de un periodo determinado, y careciendo de algunos de los derechos que se garantizan a los trabajadores (están incluidos en la Seguridad Social, pero mientras son becarios no tienen derecho, por ejemplo, a protección por desempleo). Forges criticaba las condiciones en que nuestra actual normativa sitúa a los becarios en el chiste siguiente, aparecido el 11 de noviembre de 2009 en El País (podemos deducir que el chiste no se refiere en exclusiva a los becarios de investigación, pero sin duda la crítica es aplicable a la condición de los mismos):

Y aunque, como (de nuevo) Forges señala en el chiste con que cerramos esta entrada (publicado en El País el 20 de enero de 2010), las circunstancias de crisis económica actuales no son precisamente las más propicias para que las condiciones en que se lleva a cabo la investigación científica en España mejoren sustancialmente a corto plazo, no cabe duda de que una de las asignaturas pendientes a ese respecto es precisamente la mejora de esas condiciones para que la investigación biomédica pueda ser considerada una salida profesional atractiva por parte de los muchísimos profesionales competentes que existen en este país.