jueves, 10 de diciembre de 2009

Gripe A (III): El origen del virus

Resulta entristecedor constatar cómo la desconfianza del ser humano hacia sus semejantes lleva a otorgar crédito con relativa facilidad a diversas teorías conspiratorias referidas al origen de las pandemias. La frase “el hombre es lobo para el hombre” (atribuida al filósofo inglés Thomas Hobbes por la visión desesperanzada de nuestra especie que transmite su obra, aún cuando no existe certeza de que fuese realmente él quien la acuñara) refleja a la perfección esa visión pesimista de las relaciones entre las personas.

En el caso de la gripe A (gripe pandémica H1N1), las más aceptadas hipótesis conspiratorias referentes a su origen han sido dos. La primera de ellas es la que estipula que el virus pudo escapar de un laboratorio donde se desarrollaban armas biológicas para su utilización militar. Monteys alude con ironía a esta teoría en el número 1667 de la revista satírica El Jueves, correspondiente a la semana del 6 al 12 de mayo de 2009:




La segunda teoría es la que propone que los laboratorios farmacéuticos (a quienes, de acuerdo con esta hipótesis, se considera principales beneficiados de la diseminación de la enfermedad por los réditos que puede proporcionar la venta de antivirales y de vacunas) podrían haber tenido un papel relevante en la liberación (o incluso en la creación) del virus. El chiste de El Roto publicado en El País el 31 de  octubre de 2009, que aparece a continuación, puede tener, obviamente, varias lecturas. En un sentido literal, únicamente vemos una tumba en cuya lápida la industria farmacéutica (así, de forma general) expresa su afecto por el difunto o su gratitud hacia el mismo. En el contexto de la hipótesis referida, no es difícil interpretar que esa lápida refleja un gesto de cinismo de la industria farmacéutica hacia los enfermos anónimos (representados por el fallecido que ocupa la tumba) que, como consumidores de sus productos (por no decir como sujetos de experimentación de los mismos), han incrementado sus beneficios empresariales: se nos viene, así, a la cabeza, la idea de una industria farmacéutica insensible e implacable, capaz de instrumentalizar el sufrimiento y la vida humana en aras de su propio beneficio.




No obstante, probablemente el chiste que de forma más explícita ha reflejado esta idea no se ha publicado en España, sino en un país vecino: el diario portugués Expresso presentaba el pasado 7 de agosto de 2009 esta obra de Rodrigo, la cual, como suele decirse, no deja casi nada a la imaginación:





Aunque, ciertamente, la imagen alegórica con que Jardí y Ariño ilustran una columna de texto que diserta sobre las mencionadas teorías conspiratorias (en el mismo número 1667 de El Jueves) es, de igual forma, tremendamente directa:




Suposiciones similares a las comentadas se esgrimieron también, en su momento, respecto a la pandemia de sida, demostrándose finalmente su falsedad.

Los científicos buscamos siempre las evidencias. Las suposiciones únicamente nos sirven para crear hipótesis de trabajo, que después confirmamos o descartamos mediante la investigación. En este caso, no existe ninguna evidencia que apoye las hipótesis arriba mencionadas.

Por el contrario, sí existen evidencias de peso que apoyan otra hipótesis diferente, que es la que hoy la comunidad científica, de forma unánime, acepta:

Los virus de la gripe infectan, además de al ser humano, a otros diversos animales. Sabemos, además, que tiene una enorme facilidad para mutar, es decir, para cambiar sus propias características (por supuesto, no de forma voluntaria: no es algo que el virus planee, pues ni siquiera tiene cerebro para planear nada; sencillamente, es algo que ocurre), y esa es la explicación de que, a pesar de la memoria inmunológica de la que ya hemos hablado, estemos expuestos a padecer la gripe todos los años: cada invierno, el virus que produce la epidemia de gripe es diferente del que la produjo el año anterior; lo suficientemente diferente como para que el sistema inmunológico tenga que aprender de nuevo a defenderse frente a él.

El virus de la gripe pandémica H1N1 se formó a partir de la recombinación (mezcla) de material genético procedente de virus de la gripe habituales en tres especies diferentes: en el ser humano, en aves (virus aviar) y en cerdos (virus porcino). Esa circunstancia (la recombinación de material genético procedente de virus diferentes) es un mecanismo conocido en las mutaciones de los virus de la gripe, sin que exista absolutamente ningún dato que pueda hacer sospechar intervención humana en el proceso. El virus que nos ocupa se detectó inicialmente (en México) como productor de enfermedad en los cerdos (de ahí su nombre inicial de “gripe porcina”), y posteriormente pasó del cerdo al ser humano.

En esta tierra nuestra, existe un dicho popular que recuerda que “del cerdo se aprovecha todo: hasta los andares”. O incluso hasta la gripe, como matizó Romeu en el diario El País el 28 de abril de 2009: