jueves, 19 de noviembre de 2009

Gripe A (I): La pandemia

Merced a los avances tecnológicos de nuestra época, la información referente a la popularmente llamada gripe A (cuya denominación científica es gripe pandémica H1N1) está llegando a la población de forma inmediata y, con frecuencia, sin ningún procesamiento previo; de hecho, se ha dicho, y con razón, que ésta es la primera pandemia de la historia cuyo desarrollo la comunidad internacional está viviendo on-line (es decir, está presenciando en directo a través de Internet).

Como consecuencia de ello, la población se está encontrando con la necesidad de asimilar múltiples conceptos científicos y vocablos del argot médico cuya interpretación puede resultar complicada si se carece de una formación científica previa. Sin ir más lejos, el propio concepto de pandemia.

El 15 de junio de este año 2009, en El Diario de Cádiz, el humorista gráfico MEL presentaba un chiste en el cual dos gérmenes envidiosos comentaban entre sí el hecho de que el virus de la nueva gripe (esto es, el virus H1N1) hubiese sido “nombrado” pandemia en tan sólo dos meses.


¿Qué hay de cierto en lo que plantea este chiste? ¿Son, realmente, dos meses, un tiempo llamativamente corto para que se haya declarado la pandemia? ¿Qué es una pandemia? ¿Y qué criterios sigue la Organización Mundial de la Salud (OMS) para la declaración de la misma?

En efecto, el 24 de abril de 2009, la OMS comunicó la existencia de casos humanos de infección por un virus de la gripe A (H1N1) de origen porcino (por este motivo, inicialmente los medios de comunicación general la llamaron “gripe porcina”) en EEUU junto a un brote comunitario de enfermedad respiratoria grave en México relacionado con dicha infección; y, antes de transcurridos dos meses, el 11 de junio de 2009, la OMS declaró la fase 6 de alerta pandémica. Durante las semanas transcurridas entre la primera y la segunda fecha, la comunidad internacional fue testigo de cómo la OMS calificaba el brote como Emergencia de Salud Pública de Importancia Internacional de forma prácticamente inmediata, y se iniciaba una escalada progresiva en la que las “fases de alerta pandémica” se iban sucediendo con rapidez en sentido ascendente (fase 4 el 27 de abril, fase 5 el 29 de abril) hasta alcanzar el máximo nivel de alerta, es decir, la fase 6, en la fecha señalada.

Esta circunstancia, junto al hecho de que los poderes públicos adoptasen medidas diversas (algunas, sin precedente en nuestro país) encaminadas a prepararnos para la inminente llegada de múltiples casos de una enfermedad de transmisión respiratoria cuya gravedad, si bien aún desconocida, se suponía importante, contribuyó a crear inquietud en la población, como queda patente en el siguiente chiste de El Roto, publicado en El País en fecha 8 de mayo:


Se ha llegado a acusar a la OMS de alarmismo, de generar una preocupación injustificada en la comunidad internacional. ¿Es eso así? ¿Se ha precipitado la OMS al declarar esa sucesión ascendente de distintas fases de alerta de gravedad creciente?

En absoluto.

La OMS es la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) que coordina la acción sanitaria del conjunto de las naciones que forman parte de la misma: vigila las tendencias sanitarias mundiales, presta apoyo técnico a los países y emite recomendaciones para poner en marcha actuaciones basadas en la evidencia.

El término pandemia procede del griego pandêmon, que reúne en sí los vocablos pan (todo) y demos (pueblo). Es decir, etimológicamente quiere decir enfermedad “de todo el pueblo”, y en un sentido estricto se utiliza para definir la situación en que existe afectación de los seres humanos por una enfermedad epidémica (transmisible, infecciosa) en un área geográficamente extensa, que abarque a múltiples países.

La OMS define las fases de alerta pandémica según la extensión de la enfermedad (número de casos y distribución geográfica de los mismos), sin prestar atención para ello a la gravedad de la misma (de hecho, en los últimos años se han modificado los criterios, para evitar cualquier referencia a la gravedad de la enfermedad). Las fases de alerta pandémica, en la clasificación de la OMS, son seis:

En la fase 1, aunque los virus gripales circulan continuamente entre los animales (sobre todo entre las aves), no se detectan en ellos virus circulantes que hayan causado infecciones humanas (no quiere decir esto que el mismo virus, después de haber infectado al ser humano, regrese al animal, sino que se refiere a que se encuentren virus de la misma cepa, esto es, del mismo tipo). Esta es la fase de menos alerta, es decir, de mayor tranquilidad: todo va bien.

En la fase 2, por el contrario, se detecta en los animales domésticos o salvajes un virus gripal que ha causado infección humana.

A la fase 3 se llega cuando se constata la existencia de un virus que ha causado casos esporádicos o pequeños conglomerados de casos humanos, pero no ha ocasionado una transmisión de persona a persona suficiente para mantener brotes a nivel comunitario.

En la fase 4 ya se ha constatado la transmisión de persona a persona de un virus capaz de causar “brotes a nivel comunitario”. La capacidad de causar brotes sostenidos en una comunidad señala un importante aumento del riesgo de pandemia.

La fase 5 se caracteriza por la propagación del virus de persona a persona al menos en dos países de una región de la OMS (la OMS considera, a estos efectos, la comunidad internacional dividida en regiones), y su declaración es un indicio claro de la inminencia de una pandemia.

La fase 6 (también llamada fase pandémica, porque es precisamente alcanzada esta fase cuando ya podemos hablar de pandemia mundial) se caracteriza por los criterios que definen la fase 5, acompañados de la aparición de brotes comunitarios en al menos un tercer país de una región distinta.

Así pues, no podemos tildar a la OMS de alarmista, cuando se ha limitado a constatar una evolución por determinadas etapas, etapas que ya habían sido definidas previamente a la irrupción de esta enfermedad; máxime, teniendo en cuenta que la OMS avisó de que la situación de pandemia declarada implicaba diseminación, y no gravedad.

Múltiples son, no obstante, los autores que reflexionan acerca del contraste que supone el hecho de que no reciban atención mediática similar diversos problemas que representan una amenaza a la salud pública en numerosos países no inferior a la que pueda suponer la gripe, como queda patente en los chistes con los que cerramos esta entrada, publicados, respectivamente, en El País (Forges, 5 de mayo de 2009) y en La Provincia, de Las Palmas (Montecruz, 12 de agosto de 2009):







 
 
 
 
 
 


El hambre, la guerra, la escasez de agua potable, son tragedias que afectan a cantidades ingentes de personas y para cuya solución la comunidad internacional no debe escatimar esfuerzos. El hecho de que no nos refiramos a ellas como pandemias se debe, simplemente, a que no son enfermedades trasmisibles. Cuestión distinta es si, a la vista de la evolución que está experimentando la nueva gripe, sus consecuencias están resultando congruentes con la alarma social generada. Afortunadamente, los datos epidemiológicos nos permiten hoy transmitir un mensaje de tranquilidad. Lo cual no quiere decir que las medidas puestas en marcha por los poderes públicos en los primeros meses de la pandemia, cuando todavía no teníamos la información de que ahora disponemos, fuesen desproporcionadas o injustificadas, pues eran las adecuadas a la situación que entonces se vivía.

Volveremos sobre esto más adelante.